Una alimentación carente de nutrientes esenciales o una dieta con ingredientes de baja calidad (como en las dietas “fast food”), tendrá necesariamente consecuencias en la función cerebral y en el comportamiento.

¿Has observado que cuando tienes hambre te sientes irritable, decaído o con dolor de cabeza? Y después de una comida abundante te sientes relajado, a veces tan relajado que incluso sientes sueño o una profunda flojera.

De la misma forma, si estás somnoliento, una taza de café o un bocadillo ligero puede ponerte más alerta. Sin duda alguna, tu cerebro reacciona en base a lo que lo nutre.

Tan solo en estado de reposo, nuestro cerebro requiere entre 20% y 30% de la energía que consumimos en forma de alimentos. El simple hecho de “saltarse” el desayuno, ya implica un severo daño a las funciones del sistema nervioso y al cerebro.

En los niños en etapas escolares que no toman desayuno antes de las clases se

observan importantes descensos en las funciones verbales, la habilidad y rapidez para resolver problemas y la motivación para realizar actividades físicas.

Durante los primeros dos años de vida, el cerebro humano duplica prácticamente su tamaño. Y para la etapa de los 10 años de edad, la conexiones neuronales llegan incluso a superar las de un adulto.

Pero para los jóvenes y adultos no es muy diferente: El cerebro necesita una cantidad importante de agua simple diaria para funcionar adecuadamente (al menos 2 litros diarios).

Estudios científicos demuestran que la combinación de pobreza nutricional con estrés emocional y a veces factores hereditarios, propician mayor incidencia de desórdenes de conducta como violencia, hiperactividad, depresión, migrañas, ansiedad o pérdida de la memoria.

Fuente: Actitudfem.com