Ni bien el tren de aterrizaje tocaba Munich, uno alucinaba que las ruedas chapoteaban en cerveza, que cada salto, era un brindis del avión con tierras teutonas, y que lo que se venía ese mismo día iba a ser una experiencia insuperable. Dicho y hecho, no hay nada en la vida como estar en el mismo Oktoberfest 2014.

Acelerando la historia, aeropuerto, bus, hotel, y partir directamente al Theresienwiese o Prado de Teresa, en donde año tras año se celebra la fiesta más grande de la cerveza en el mundo, el Oktoberfest. Las calles estaban tapizadas de hermosas y voluptuosas damas vestidas con trajes típicos; y claro, también estaban los muchachos de buen porte, robándoles suspiros a las turistas, pero más eran las voluptuosas chicas. Punto.

Del hotel al Edén cervecero, había 20 minutos a pie, porque ir en auto era imposible por la cantidad de gente, pero cada cuadra recorrida era una previa de lo que veríamos más adelante. Amigos y amigas, el Oktoberfest hacía temblar Munich y esta Oveja Negra iba ‘derechito’ al epicentro.

“La entrada es gratis, la salida vemos”, decía Charly García, y aquí se aplica a la perfección. Llegamos con el grupo de peruanos, invitados por la cerveza alemana Lowembrau, pasada la 1 de la tarde, y ya había gente desmoronándose de alegría, lo que profetizaba una tarde espectacular. Después de un reconocimiento de zona, tomar unas cuantas fotos – que más adelante compartiremos -, y ver lo inmenso que es este festival, ingresamos a la carpa Lowenbrau, nos instalamos en una mesa, y a dejarnos llevar.

¿Te ha pasado que cuándo tomas, te vuelves políglota? Aquí sucede. Tras la primera ronda de chopps, la mesa peruana era una sesión de la ONU y todos los países desfilaban para un brindis. Luego anunciaron que probaríamos el plato tradicional del Oktoberfest, y ávidos por degustar sabores nuevos, nos dimos de cara – deliciosamente – con un jugoso pollo a la brasa. Así es, con los alemanes nos hermana el buen gusto.

Música, cerveza, y belleza por donde mires es solo una parte del Oktoberfest, porque la diversión se escapa de las carpas y recorre la feria perdiéndose entre los juegos mecánicos que iluminan de colores la fría noche – ah sí, ir abrigados -. Sobre subirte a los juegos no lo vas a dudar, después de los litros de valor que uno se tomó horas antes, que sumados a la adrenalina, hace que el cuerpo se reactive, y aparezca una idea que se dispara por la boca de cada uno de los asistentes, en distintos idiomas, pero con el mismo entusiasmo: “Y ahora, ¿dónde la seguimos?”.

Y, cómo aún queda un día más de Oktoberfest, esta Oveja Negra se retiró a su hermoso hotel a contarles cómo es pasarla de p*t* m*dr* en el Oktobertfest. Ah, obvio, mañana me la desquito; si no, ¿para qué…?