El grito femenino. Es frecuente que quien tome la iniciativa sea la mujer. Ellas, quienes durante largo tiempo hicieron silencio, comenzaron a decir, a expresar las sensaciones y sentimientos, primero con vergüenza, luego con libertad y audacia.

Hablar sin cansar. En el sexo es el cuerpo el que habla y tiene el protagonismo supremo. Todo lo que se diga debe acompañar en forma equilibrada el accionar erótico. Así, las palabras pueden decir emociones, fantasías, guiar al compañero, pedir o preguntar. El secreto está en cómo se dice y cuánto se dice.

Muchas veces el tono imperativo o la frase reiterada pueden sonar molestos y romper el clima del encuentro. En otros casos, la no respuesta o el quedarse mudo puede indicar desinterés o frialdad.

Perfiles de hablantes. Los hombres histéricos hablan mucho y hacen poco, los narcisistas pareciera que se autoestimulan con sus halagos y los miedosos, antes de decir, preguntan.

Las mujeres se juegan y hablan. Las histéricas usan frases fuertes para impactar y complacer, basándose en la idea de que “todo hombre necesita una mujer a sus pies”. En cambio las sumisas, más pasivas en la cama, se dejan dominar por las frases y acciones de los hombres.

Acabar para continuar. Después del orgasmo comienza otra etapa: los cuerpos se relajan y las palabras vuelven al marco de lo cotidiano. Sin embargo, prolongar el acto con abrazos, ternura, comentando cómo se sintieron y cómo se sienten ahora, suele ser muy reconfortante y hasta el preámbulo para un nuevo encuentro sexual.