Mientras que la mujer celosa teme que dejen de quererla, el hombre vive los celos como una pérdida de poder. Sin embargo, en ambos casos, los celos son producto de odio hacia hacia el hipotético rival.

La mujer, amenaza al acecho

Derivados de una falta de seguridad o de un deseo desmesurado de posesión, los celos femeninos se construyen sobre la fantasía de que toda mujer es una rival en potencia. Evalúa a las otras como cree que lo hace el hombre, y está pendiente de cualquier índice de traición de éste.

El hombre y el ejercicio de poder

El hombre celoso teme por encima de todo que otro pueda tocar a su mujer, que la “posea”. Cuando su compañera despliega su encanto, él se convence de que ésta quiere gustar a los demás y no lo soporta: vive esta agresión imaginaria como una pérdida de virilidad.

La mujer celosa llora, amenaza y se esfuerza por descubrir a su rival, a quien intenta desvalorizar a los ojos de su cónyuge. El hombre celoso, en cambio, supervisa la apariencia de su compañera y controla su horario, como si ella fuera su apéndice.

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