Nada está prohibido: Hay alimentos más y menos convenientes. Tienes que saber elegir y poner en práctica la flexibilidad, sin ser rígida. Si sigues las pautas cotidianas de alimentación y ejercicio, no influirá negativamente en los resultados que muestre la balanza.

Mímate a diario: Piensa que la salud necesita del cuidado de todos los días, no sólo de unos cuantos meses del año, cuando se acerca el “calorcito”.

Olvida la “dieta”: Focalízate en el cambio progresivo de hábitos alimentarios y estilo de vida. Si lo tomas como un proceso de aprendizaje, puedes bajar la ansiedad y hacer un tratamiento paulatino pero con continuidad.

Toma muchos líquidos: Incorpora abundante cantidad de líquidos sin calorías a lo largo del día y en cada comida. Lo más recomendable es agua natural.

Distribuye las comidas: Tiene que haber, como máximo, tres horas entre cada una. Esto colabora en la aceleración del metabolismo, el mayor gasto de calorías y la regulación del nivel de hambre. Haz por lo menos 4 comidas al día aunque lo recomendable sean 5.

Acuérdate de las verduras: Empieza el almuerzo y la cena con un plato abundante de verduras (de todos los colores) crudas o cocidas. Te da mayor valor de saciedad y sirve para achicar el tamaño de las porciones.

Sí a las frutas: Inclúyelas en las colaciones; recuerda, cuanto más variadas, mejor. Suma al menos tres unidades diarias.

Actividad física: Elige un ejercicio que te guste, divertido, pues así será más fácil que hagas de él un hábito. Recuerda que el ejercicio es primordial, que no sólo te ayudará en el físico sino también en tu estado de ánimo.