El Hotel Crowne Plaza, cuartel general de las jóvenes durante buena parte del mes que pasaron en China, fue un ir y venir de maletas y taxis hacia el aeropuerto, mientras las jóvenes latinoamericanas se marchaban contentas pese a que solo la venezolana y la brasileña llegaron a ser finalistas.

“Aquí conoces 120 culturas diferentes, y China es un país hermoso que me conquistó”, resumió a Efe la representante chilena, Camila Recabarren, quien en las quinielas previas había partido como una de las favoritas.

“En este tipo de concurso convivimos 30 días, así que no hay posibilidad de poses, acabamos mostrando lo real de cada una”, dijo por su parte la venezolana Gabriella Ferrari, quien no pudo heredar la corona que su compatriota Ivian Sarcos logró en 2011 pero al menos estuvo entre las 15 finalistas.

El concurso sirvió no solo para reivindicar la belleza del norte de Asia, pues Yu, la ganadora, es de la vecina provincia de Heilongjiang, sino también para sacar del anonimato y de su aspecto de ciudad dormida a Ordos, localidad que se encuentra entre el desierto del mismo nombre y las praderas mongolas.

Las jóvenes que compitieron en Miss Mundo precisamente pasearon en uno de los días previos a la gala final por Kangbashi, en un esfuerzo de las autoridades de Mongolia Interior por promocionar este negocio inmobiliario y diversificar con él la economía local, muy dependiente todavía de la explotación minera. EFE