Una pieza que, hasta sus formas actuales, ha recorrido un largo camino desde los cartones de pecho del siglo XVI o los corsés del XVIII, y cuya longitud se fue marcando “no solo para una forma de pecho, sino una forma de cintura y cadera”, comenta Concha Herranz, conservadora jefe de indumentaria del Museo del Traje de Madrid.

La llegada de esta prenda se considera un importante avance de la liberación de la mujer frente al corsé, pero ¿cómo puede ser liberadora si insiste en esconder sus formas? La respuesta, el cambio hacia materiales flexibles que sustituyen a elementos tan agresivos como las ramas de árbol.

Gran parte de la responsabilidad de que las famosas hayan dejado su ropa interior a la vista es de Sara Blakely, que a finales de los 90 creó la firma Spanx, un término que ya se utiliza como sinónimo de faja y que tiene a mujeres como Katy Perry, Gwyneth Paltrow u Oprah Winfrey entre sus clientas confesas.

Tras ella, cuya “revolucionaria” idea le ha colocado en la lista Forbes como la mujer joven más rica, todas las marcas han desterrado el olor a naftalina que acumulaba la faja y la han colocado como una prenda fundamental de sus colecciones.

Si hasta la deseadísima Irina Shayk ha permitido que Suiteblanco la fotografíe llevando sus prendas reafirmantes está claro que el estatus de esta prenda ha cambiado. EFE