Poco tardó Novak Djokovic en encontrar el remedio al potente tenis de su rival: restos profundos para contrarrestar sus fuertes saques y largos peloteos para minar la resistencia del checo que, a los diez minutos de partido, ya había cedido su servicio.

A pesar de un pequeño repunte del checo, que dispuso de un punto de quiebre en el siguiente juego, la primera manga se decantó definitivamente con un nuevo quiebre del servicio para Djokovic, concentrado, agresivo y con la muñeca en estado de gracia.

Con mucho acierto en el primer saque dos directos en esta manga, haciendo correr a su rival de un lado a otro de la pista y con latigazos de derecha profundos y cercanos a la línea que Berdych apenas vislumbraba, el serbio se anotó el primer set en tan solo 34 minutos.

Berdych, que había fallado la mitad de sus primeros servicios su principal arma y solo se había anotado tres puntos ganadores por 12 de Djokovic, parecía descolocado ante la furia y la precisión del balcánico, que lo obligaba a jugar desde el fondo de la pista, donde es menos peligroso.

Con el checo dispuesto a discutir el poderío de Djokovic en los largos intercambios de golpes desde el fondo de la pista, el encuentro ganó en emoción y ofreció puntos espectaculares para el agradecido público británico.

Ambos tenistas se mostraban infalibles con su servicio, sin que apenas concedieran puntos de rotura a sus rivales lo que llevó el segundo set hasta un desempate, que Berdych, más agresivo y asentado en la pista que en la primera manga, no supo cerrar a su favor a pesar de dominar por 5-1 y disponer luego de tres bolas de set.

Djokovic no desaprovechó la oportunidad y remontó en el marcador gracias a varios errores no forzados de su rival, que quedó eliminado, y a partir de ahora solo tendrá que concentrarse en la final de la Copa Davis que disputarán la semana que viene España y la República Checa en Praga.

El número uno del mundo, por su parte, consiguió así su pase como primero de grupo para las semifinales, que se disputarán el próximo domingo en el O2 londinense.

EFE