Cuando estamos sometidos a una situación de estrés, nuestro organismo eleva la producción de cortisol, “la hormona del estrés”. Éste causa una reducción del metabolismo, que luego genera el aumento de peso.

El cortisol también provoca el aumento de insulina, que al elevar sus niveles desencadena un aumento del apetito, especialmente por consumir dulces y harinas. Igualmente, en situaciones de estrés el cerebro estimula el sentimiento de bienestar al satisfacer sus deseos por la comida.

Por ello, es importante aprender a manejar el estrés y encontrar la estrategia de alimentación. Conoce tus emociones y conviértelas en fuerza para tener un hábito alimenticio correcto.