La fragmentación del hábitat contribuye al riesgo de extinción de los mamíferos, y cuanto mayor sea esta, tanto mayor es el peligro, según un estudio publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

La investigación, realizada en la Universidad de Colorado y dirigida por el profesor de su Departamento de Pesca, Vida Silvestre y Biología de la Conservación, Kevin Crooks, utilizó modelos de alta resolución para evaluar el grado de fragmentación del hábitat de los mamíferos en el mundo.

El científico y su equipo examinaron la relación entre la fragmentación del hábitat y el riesgo de extinción, evaluado por la Lista Roja de la Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y elaboraron un inventario exhaustivo del estado de conservación mundial de animales y plantas.

Además, produjeron mapas mundiales, con áreas de hábitat de alta calidad intacta, que demostraron que la mayoría de los ambientes adecuados para los mamíferos están ubicados fuera de las áreas protegidas conocidas, así como puntos clave de la fragmentación para mamíferos.

Los investigadores midieron la fragmentación del hábitat de más de 4.000 especies de mamíferos terrestres, con los que podrán evaluar su amenaza de extinción y establecer prioridades para su conservación global.

“Por primera vez en la historia de la Tierra, una especie, el ser humano, domina el globo”, aseguró Crooks.

“A diferencia de épocas anteriores señaló, viajamos y nos comunicamos a través de todo el planeta. Sin embargo, cuanto más conectados estamos, la vida no humana con la que compartimos este planeta se desconecta cada vez más, lo que incrementa su riesgo”.

Las actividades humanas como el desarrollo urbano y la deforestación provocan la fragmentación del hábitat, que reduce la cantidad total de espacio disponible para la vida silvestre, pero también aisla el hábitat que queda y veta así el movimiento de los animales en paisajes previamente conectados.

Esta división del hábitat también intensifica los efectos del cambio ambiental global, como la limitación de la capacidad de la fauna silvestre para cambiar de lugar en respuesta al cambio climático.

Por ello, los investigadores llamaron a abordar “con urgencia” el problema que, según mantuvieron, crea un desafío mundial de conservación.

“Los resultados del estudio justifican intensificar los esfuerzos para proteger parches de hábitat remanentes, así como para restablecer la conectividad a paisajes fragmentados a través de herramientas de conservación tales como corredores de vida silvestre y vínculos de hábitat”, concluyó Crooks.

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