La historia del cine norteamericano, tiene entre sus páginas, obras que más allá de su valor artístico, repercutieron por transgredir normas, generando que se derrumbe la fila de dominó de la censura. Cuando en 1963 Jack Smith presenta Flaming Creatures, Jonas Mekas, uno de los máximos exponentes del cine experimental estadounidense, la alinea dentro de lo que él llama Baudelairian Cinema, en una publicación en el Village Voice, dando a entender que pertenece a un nuevo cine que representa un mundo delicado y pervertido a la vez, donde conviven la luz y la carne podrida. Un cine donde los artistas no tienen ningún límite ni ningún escrúpulo.

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Flaming Creatures se convirtió en la película proscrita de un Nueva York puritano que intentaba limpiar su imagen. La policía cerró locales y detuvo algunos espectadores. Todos los artículos y todos los artistas hablaban de ella, no por su valor artístico sino por su valor político: fue en un estandarte para reivindicar la libertad de expresión. Pero para Smith esas eran dos caras de la misma moneda. A todo o nada.

A Flaming Creatures, se le puede catalogar de diversas maneras, desde un film pornográfico y gratuito, a un documental sobre la escena gay y travesti del Nueva York de los 50, pasando por una película que proyecta una suerte de imaginario gay que contribuye a la creación de una identidad homosexual. Pero es que Jack Smith filmó su propia fantasía usando su propio lenguaje y creando un imaginario singular entre Maria Montez y las mil y una noches. Y marcó con su arte a toda una troupe de artistas que serían más conocidos que él, desde Robert Wilson a Andy Warhol.

El único inconveniente de los planos detallados de genitales fláccidos y senos turgentes, de las escenas de masturbación y sexo oral de Flaming Creatures es que resulta difícil hablar sobre esta polémica película y no estar a la altura del shock visual que esta genera. Pero se hará el intento. Para comenzar, Flaming Creatures nos presenta a una pareja de mujeres y un número bastante superior de hombres – la mayoría vestidos con ropa femenina -, que posan y gesticulan, danzan uno con otro, y se libran a escenas diversas de frenesí sexual, acompañados por un licuado de sonidos y ritmos como banda sonora. Una orgía audiovisual.

A pesar de su rechazo por gran parte de críticos conservadores y público impactado, Flaming Creatures pasó a ser un objeto de culto del exotismo, premio que lo incluyó en el nuevo grupo de cine americano, cuyo organismo comunitario es la revista Film Culture. En efecto, es una pequeña pero valiosa obra dentro de una tradición particular, el cine poético de shock. En esta tradición estarían Un Chien andalou, L’Age d’or de Buñuel, partes de Strike, la película de Eisenstein, Freaks, de Tod Browning, Le Maitre fou, de Jean Rouch, Le Sang des Betes, de Franju, Laberinto de Lenica, las películas de Kenneth Anger (Fireworks, Scorpio Rising) y Noviciat de Nöel Burch.

Y como, Smith, que asumía el texto narrativo como un estorbo para el frenesí visual de su obra, dejamos las palabras de lado y te mostramos este film para que lo veas con cautela y emitas tu propia opinión. Play.