1. Dormirte

Estás cansado: el jet lag te ha pasado la factura o tu conexión es muy larga. Tu cabeza te dice: “No… te… duermas”; tu cuerpo, en cambio: “Déjate caer en los brazos de Morfeo, aquí bien acurrucadito…”, pero, pase lo que pase, no caigas en la tentación. En un segundo puedes pasar de “ una cabezadita” a perder el avión.

2. Emborracharte

“¿Y qué más da? ¡Si estoy de vacaciones!”. A pesar de lo tentador que suena empezar tus vacaciones de lo más alegre, lo más sensato es mantenerse alejado del alcohol hasta que llegues a tu destino.

3. Acechar la puerta de embarque

Sabes de lo que hablamos. Resiste la casi irrefrenable necesidad de rondar la puerta de embarque esperando que anuncien la salida de tu vuelo como si fuese un retorcido juego de las sillas.

4. Perder los nervios

La experiencia aeroportuaria ofrece muchas oportunidades para perder los estribos con estilo. Por eso, nada te da derecho a hacerle pasar un mal rato a ningún miembro del personal del aeropuerto solo porque tu vuelo se retraso. No es culpa suya, así que no la tomes con ellos.

5. Hacerte el gracioso

El aeropuerto no es un buen sitio para el humor. Cuando el personal de seguridad te pregunta: “¿Ha hecho usted mismo el equipaje?”, resiste la tentación de responder: “La verdad es que se me acercó un tipo con pinta sospechosa…”. Aunque puede que te sonrían, también puede salirte el tiro por la culata, que el personal de seguridad acabe abalanzándose sobre ti y tu maleta acabe estallando en una explosión controlada.

Fuente: Skyscanner.es

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