Como la vida misma. Se sabe que los pingüinos suelen tener una pareja durante su existencia, pero hay excepciones. Un documental de muestra el preciso instante que un pingüino encuentra a su pareja con otro y, como era de esperarse, se desata una pelea.

“Ocho aletazos por segundo”, se narra en el reportaje. Letales, teniendo en cuenta los pesados huesos que poseen los pingüinos, los cuales no les permiten volar. Golpes van y vienen y la situación se pone sangrienta.

Cuando la pelea no logra solucionar la disputa, ambos pingüinos llaman a la hembra de la discordia para que elija al macho con el que desea quedarse y, como si se tratase de una novela dramática, ella escoge al “amante”.

Si alguien ha vivido una situación similar o conoce una historia parecida sabrá a la perfección que no es el final. Amor u orgullo propio, llámele como sea, pero el pingüino fue a reclamar a su pareja y hogar. A los golpes de aleta se le sumaron picotazos y la sangre comenzó a brotar, peligrosamente.

Además de perder a su pareja de toda la vida, este pingüino también perdió la pelea. Derrotado se aleja, perdedor de abstrae en el paisaje, ensangrentado queda como la última imagen del reportaje que cuenta una historia muy común, como la vida misma.

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