¿A qué nos referimos con perversión sexual? Esta pregunta ha sido redundante a lo largo de la historia. Con el transcurrir de los tiempos, la actitud social hacia la sexualidad se ha ido transformando, al igual que la respuesta. Si bien la palabra pervertido solía significar ateo, en los últimos doscientos años ha llegado a significar desviado sexual e inmoral, es decir, alguien que tiene apetitos sexuales no ortodoxos o fuera de lo considerado ‘normal’.

El libro de llamado de Jesse Bering, titulado Perv: The Sexual Deviant in All of Us, tiene una meticulosa disertación de los posibles significados de la perversión en tiempos modernos. El libro tan controversial como interesante, en muy resumidas palabras, muestra una posición en la que todo es válido. Ahora, no todos los libros de divulgación científica abren con una confesión de que el autor alguna vez se masturbó con una imagen de un Neandertal como en el de Bering, pero el autor piensa que la vergüenza es una emoción social corrosiva y que todos debemos ser más abiertos sobre nuestros fetiches y extrañezas.

En el libro se relatan algunos experimentos sexuales que se han llevado a cabo con animales para entender el papel de la infancia en la sexualidad adulta. En uno de ellos, ratas macho bebés, que mamaron de una madre que tenía esencia de limón en las tetillas, crecieron y solo pudieron ser excitadas con una rata hembra con olor a limón. En otro, cambiaron de lugar a crías recién nacidas de borregos y cabras (los borregos se fueron con la mamá cabra y viceversa). Cuando fueron adultos, los animales machos solo mostraron interés sexual en sus especies adoptivas. Sin embargo, las hembras estuvieron interesadas en ambos, demostrando así una fluidez de respuesta sexual que también se ha demostrado en estudios humanos.

Bering, por supuesto, ha levantado tremenda polémica con sus postulaciones, pero sin duda hace referencias importantes que podrían aludir a la nueva camada de estrellas pop que usan todos sus recursos para aparentemente ir en contra de las normas sociales relativas al sexo (ubiquemos a Milley Cyrus, quien se restriega contra una calzón matapasiones y sugiere el ‘autoplacer’ en sus presentaciones, o la camiseta DIY de Rihanna, que muestra a una mujer masturbándose). Pero sin duda, sí evoca muchos de los impulsos eróticos que yacen en algún lugar dentro de nosotros, aunque muchas veces preferimos que permanezcan en la oscuridad.

Obviamente que la construcción de la sexualidad humana es más compleja que la de las ratas, ya que contamos con el factor mental, generalmente del orden de la fantasía o una supuesta sublimación a partir del amor y la ley moral que nos ayuda a controlarlos; sin embargo, a veces olvidamos que al igual que los animales los estímulos que recibimos nos programan.

La obra de Bering sugiere que la llamada “perversión sexual” (sadomasoquismo, zoofilia, fetichismos y demás) es en realidad mucho más natural de lo que se cree, padecemos nuestros instintos culturalmente afectados por los estímulos que hemos recibido y la información genética que hemos heredado. La desviación sexual entonces podría entenderse como una “estructura del deseo” más o menos estadísticamente común, sin que genere toda la reprobación moral que suele acompañarla.

No hay nada qué hacer que el tema es muy controversial, pero se puede buenamente extraer que antes de juzgar a las personas por sus preferencias sexuales, ya sean estas parafilias o recatadas a la moral establecida, ayudaría tener en mente que en la región del deseo la diferencia impera, que no hay una forma ‘correcta’ de desear y que todos somos o hemos sido pervertidos sexuales; y que conocernos y aceptarnos, nos ayudará también a controlarnos, y si no le hacemos daño a nadie, recalcando ‘a nadie’, solo nos queda disfrutarlo.