La princesa Marie Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón, era una dama muy apasionada y con una libido potente. En 1907 se casó con el príncipe Jorge de Grecia en un matrimonio dinástico de conveniencia, y para apagar sus calenturas buscó una larga serie de amantes como el ayudante de cámara de su marido o el mismísimo Primer Ministro de Francia. Sin embargo, estaba enormemente preocupada por su imposibilidad de alcanzar el orgasmo durante el coito: un problema serio en una época en que la masturbación femenina estaba muy mal vista.

Se empeñó en a estudiar anatomía, fisiología y psicología con un entusiasmo notable, y trató de confirmar una de sus teorías entrevistando a 243 mujeres sobre su vida sexual (una serie de entrevistas que inmortalizaría más adelante Alix Lemel en la novela Los 200 clítoris de Marie Bonaparte). En 1924 Marie publicó sus sorprendentes resultados en la revista de medicina Bruxelles-Médical, adoptando por precaución el pseudónimo A.E.Narjani.

Marie clasificó a las mujeres en 3 grupos según la distancia entre clítoris y vagina. En las paraclitoridiennes la distancia era menor a 2.5 cm (69% de las entrevistadas) quienes más disfrutaban de orgasmos durante el coito. Las téleclitoridiennes que tenían el clítoris a más de 2.5 cm de la vagina (21%) y que tenían dificultades para alcanzar el clímax, orgasmo o volupté (en francés todo suena más elegante). Y por último, el 10% restante se movían en el terreno intermedio que Marie llamaba “el umbral de la frigidez”. ¡A sacar sus reglas!

Como se imaginan, Marie Bonaparte resultó téleclitoridienne. El cirujano vienés Josef Halban, convence a Marie de que la solución a sus problemas consiste en mover quirúrgicamente su clítoris para acercarlo a la vagina, cortando y pegando ligamentos y tendones en una operación que califica de ‘simple’ y bautiza como Halban-Narjani. Como sabemos, gran parte del clítoris está escondido bajo la superficie, lo que convierte la operación en bastante más complicada de lo que esperaba el optimista cirujano.

Tras un tiempo de recuperación y de tortuosa abstinencia para Marie, probó con alguno de sus amantes el reacomodo, sin éxito. Una segunda operación para recolocar de nuevo el clítoris no mejoró su porcentaje de éxitos. Por supuesto, había una solución mucho más sencilla que recurrir al bisturí: cambiar de postura. La postura ideal es con ambos sentados cara a cara.

Aquí aparece Sigmund Freud, con la frase: “cuando una mujer llega a la edad adulta y entra en la femineidad, el clítoris debería ceder su sensibilidad e importancia, parcial o completamente, a la vagina”. ¿Cuántos clítoris que no estarían de acuerdo? Pero aparentemente Freud convenció a Marie Bonaparte, tal vez cansada de que el frankensteniano Halban fuera recolocando su clítoris como una ficha de damas en un tablero. En poco tiempo Marie se convirtió en discípula y patrocinadora de Freud, y más tarde en psicoanalista de pleno derecho.

Marie, tampoco encontró en el psicoanálisis una respuesta a su ‘frigidez’, y sin embargo permaneció fiel a las teorías freudianas. Por su parte, Freud tras ser testigo de los cuestionamientos de Marie y su infructuosa búsqueda, solo atinó a decir: “la gran pregunta que nunca recibe respuesta y yo no estoy capacitado para responder, después de mis treinta años de estudios sobre el alma femenina, es ¿Qué desea una mujer?”.