Caravaggio, el gran maestro del barroco sigue aún sorprendiendo. Se acaba de aclarar un misterio de este genio de la pintura. Uno de los más célebres cuadros de Michelangelo Merisi de Caravaggio, era La Magdalena, que contaba con al menos ocho ejemplares y no se sabía cuál era el auténtico. Hasta ahora.

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Todo gracias a la máxima estudiosa de Caravaggio, Mina Gregori, que al encontrarse delante de los ojos de la Magdalena en éxtasis exclamó: “Finalmente, es ella”. La pintura había desaparecido sin dejar rastro. El original lo llevaba consigo Caravaggio en la barca que lo trasladó a Porto Ercole, poco antes de morir. Mina Gregori no tiene la más mínima duda; está segura al 100%, según revela al diario La Repubblica, de Italia: “El cuerpo y sus tonalidades variadas, la intensidad del rostro, las muñecas fuertes y las manos de tonos lívidos con admirables variaciones de color y luz y con la sombra que oscurece la mitad de los dedos son los aspectos más interesantes e intensos de la pintura. Es Caravaggio”.

Pero, para corroborar el juicio de la experta, no están solamente los colores y la técnica, uno de los detalles que confirmarían la hipótesis de la experta es que el óleo sobre tela que mide 103,5 cm. x 91,5, esconde además otra pista. Detrás del lienzo hay colocado un papelito con grafía atribuible a la época de Caravaggio, en la que se hace referencia al propio artista y a una obra suya que sería guardada en el barrio de Chiaia, en Nápoles, e iría en “beneficio del cardenal Scipione Borghese de Roma”, quien era un gran coleccionista y protector de Caravaggio. Según la estudiosa Gregori, este es el detalle definitivo que permite atribuir esta Magdalena a Caravaggio.

Las aventuras que el cuadro recorre, desde la muerte de Caravaggio, el 18 de julio de 1610, hasta nuestros días, no son fáciles de reconstruir. Once días después del fallecimiento de Caravaggio, el 29 de julio, el obispo de Caserta y Nuncio en el Reino de Nápoles, Diodato Gentile, escribió al cardenal Borghese informándole de la muerte del artista y de la barca en la que viajaba el pintor, que contenía tres cuadros: dos san Juan y la Magdalena. Esta carta solo fue encontrada en el 1994 en el Archivo Secreto Vaticano. Muerto el artista, la barca regresa a Nápoles y las tres obras acabaron en manos de Costanza Colonna, marquesa amiga de Caravaggio. Se sabe que un San Juan sí llegó al cardenal y hoy se expone en la Gallería Borghese de Roma; del otro San Juan se pierden las huellas, y lo mismo sucede con la Magdalena.

Al menos 8 copias diversas hay identificadas. Pero el original desaparece y termina en una familia europea, de generación en generación. Alguien piensa que puede tratarse de un Caravaggio y contacta con la máxima autoridad en la materia: Mina Gregori, presidenta de la Fundación de Estudios de Historia del Arte Roberto Longhi de Florencia. “Solo en las colecciones privadas se pueden descubrir todavía verdaderas obras maestras; no en el mercado.”, dice Gregori.

Sobre la familia propietaria de la Magdalena, Gregori declara a La Repubblica: “Esta familia, por el momento, no quiere publicidad. Temen los robos; es obvio. No cree que tengan intención de vender, no son ni siquiera grandes coleccionistas. Tenían una idea del autor de la obra. Esperaban que fuera Caravaggio, cierto, pero ni siquiera habían descifrado el escrito del billete que había en la parte trasera de la tela”. La familia no desea dar a conocer por ahora tampoco su país. Con la emoción aún fresca de su descubrimiento, Mina Gregori asegura: “Los propietarios quieren conservarla en su casa y no tenerla bajo llaves en un banco. ¡Es magnífica!”.