El agua de limón o mejor conocida como limonada, tiene sus orígenes en el Antiguo Egipto, según el historiador Clifford A. Wrigt. Papiros encontrados en El Cairo documentarían que desde el siglo X una bebida a base de jugo de limón y azúcar ya era comercializada. También existen libros de cocina árabes del siglo XIII en los que se pueden encontrar recetas para bebidas a base de jarabe de limón. En la costa del Mediterráneo y Mongolia se pueden encontrar algunas variaciones que convertían a la limonada en una bebida ligeramente embriagante.

En la España medieval, durante la celebración de la Pascua, la única bebida permitida era el vino tinto rebajado con limonada, dando origen a la Sangría. Además, la limonada se relacionaba con la expresión “matar judíos”, refiriéndose al decreto del rey Felipe IV de Navarra para la expulsión de los mismos en 1306 que decía: “Limonada que trasiego, judío que pulverizo”. Mientras que en Francia durante el siglo XVII se podían encontrar vendedores ambulantes, “limonadiers”, que comerciaban tarros de limonada a bajo precio; similitud con la costumbre estadounidense de que los niños pequeños venden limonada en puestos afuera de sus casas.

En el siglo XVIII esta bebida llega a América. Aquí, las recetas se multiplicaron encontrando versiones con leche, canela, soda, esencia de jazmín o rosas, huevo o incluso gotas de ácido sulfúrico. La limonada también se convirtió en una bebida medicinal; mezclada con semilla de linaza, fue considerada un tónico útil para el resfrío, y combinada con leche de magnesia se volvía un efectivo purgante. En 1870, la primera dama Lucy Ware Webb Hayes persuadió al presidente Hayes para que en la Casa Blanca se consuma limonada en lugar de alcohol, ganándose así el sobrenombre de “Lemonade Lucy”. Gracias a esto, la limonada se volvió una bebida de élite consumida en reuniones y días de campo. La popularidad de esta bebida propició la invención de extractores de jugo y otros gadgets que facilitaran su preparación, e incitó, también, a diseñar contenedores especiales para su consumo.

A pesar de que ahora hay versiones instantáneas en polvo o embotellados con saborizantes y colorantes artificiales, el agua de limón natural sigue siendo favorita de grandes y chicos. Una Frozen por favor.