Imagina ir a la librería y pedir tu libro favorito y no encontrarlo. No porque se agotó, sino porque nunca existió, porque esa maravilla de obra literaria, que alguna vez alguien te recomendó y de la cual te enamoraste, simplemente nunca llegó a ser editada. Pues, aunque suene a película ochentera, esto casi sucede, ya que algunas grandes obras literarias estuvieron a punto de ser destruidas por sus autores porque simplemente no les gustó el resultado. Aquí una breve lista de las que sobrevivieron para bien de la Literatura Universal.

El Proceso – Franz Kafka

Cuando Franz Kafka agonizaba por culpa de la tuberculosis escribió a su amigo Max Brod: “Querido Max, mi última petición. Todo lo que dejé atrás, debe ser quemado sin leer”. El autor checo, quien ya había publicado La metamorfósis, no logró convencer a Brod, quien publicó varias obras inéditas, entre ellas esta, una de las más celebradas.

Gomorra – Roberto Saviano

Las permanentes amenazas de venganza, por parte del crimen organizado, debido a su descriptivo libro sobre la mafia napolitana, le hizo vivir una vida de sobresaltos Roberto Saviano, llegando a declarar que su publicación había destrozado su vida.

Rabia – Stephen King

Stephen King ha publicado decenas de novelas, casi todas ellas con gran éxito. Esta en concreto la firmó en 1977 bajo el seudónimo de Richard Backman. En ella un adolescente con esquizofrenia secuestra a toda su clase del instituto, pistola en mano. El hecho de que la policía estadounidense descubriera en años posteriores que autores de hechos similares tenían esta novela en su poder hizo que el propio King solicitara la retirada del texto.

Residencia en la tierra – Pablo Neruda

El Nobel de Literatura intentó con este poemario hacer más compleja su prosa, recurriendo al surrealismo y a experiencias personales trágicas. Luego se arrepintió de publicar esta colección de textos cuando un hombre se suicidó de un disparo con el libro en sus manos.

El original de Laura – Vladimir Nabokov

Esta novela de Vladimir Nabokov se publicó treinta años después de su muerte. El autor de Lolita quiso que su mujer quemara las páginas en 1977, ya que la obra se encontraba inconclusa. Ella no pudo hacerlo y tras fallecer legó el texto a su hijo Dimitri, quién finalmente la publicó, considerándola “una obra maestra embrionaria”. Su publicación desató un animado debate literario y poco después provocó que el español Eduardo Lago publicara la novela “Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee”, fantaseando con cómo sería el escrito completo de Nabokov.

Ninfeas – Juan Ramón Jiménez

Junto a Almas de Violeta supuso el debut literario de Juan Ramón Jiménez en el 1900. Años después, el propio escritor se avergonzaba de sus primeros intentos de poesía modernista, al considerar ambos libros adolescentes. Su aversión a que fueran leídos era tal que llegó incluso a intentar robarlos de las bibliotecas.

Alicia en el país de las maravillas – Lewis Carroll

“Odio tanto todo eso, que a veces pienso que ojalá no hubiera escrito ningún libro”, afirma Lewis Carroll en una carta que será subastada en marzo. Según publica el diario británico ‘The Guardian’, Charles Dodgson el verdadero nombre del autor envió esta carta manuscrita a su amiga, la señora Symonds, el 9 de noviembre de 1891, año en el que saltó a la fama por las aventuras vividas por la célebre Alicia. Dodgson, que era un hombre tímido, detestaba tanto la celebridad que incluso odiaba dar autógrafos, y hasta llegó a afirmar que él no había escrito el libro.

Por otro lado, Julio Cortázar y James Joyce lograron destruir escritos para que nadie pudiera leerlos. Otros, como Carroll y los demás mencionados, no tuvieron la misma suerte, felizmente.