Abraham Stoker – conocido como Bram Stoker – fue un novelista irlandés, que pasó sus primeros años de vida postrado en una cama, debido a diversas enfermedades que lo aquejaron y obligaron a iniciar su educación con profesores privados, y tener en los libros de historias que le leía su madre, a su mejor manera de entretenerse. En su mayoría, eran relatos de fantasmas y misterios, lo que fueron sembrando en el pequeño Bram el gusto por la literatura algo sombría.

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Gran amigo de otro famoso hombre de letras, Oscar Wilde, se casó con una antigua novia de este y se mudó a Londres donde su pluma sería más prolífica, escribiendo novelas, cuentos cortos y artículos. Fue en 1897, que publicó la obra que le daría fama universal, Drácula, novela en la cual realzó los matices del vampirismo en una historia ficticia basada en un personaje real, llamado Vlad Draculea o Vlad Tepes (mejor conocido como El empalador).

Para darle vida a Drácula, Stoker investigó a profundidad la vida real de su personaje, contratando a un erudito húngaro para llegar comprenderlo mejor y perfeccionar su relato. Según varios estudiosos de su obra, Bram Stoker quiso reflejar en esta obra la lucha entre el bien y el mal, conjungando diversos aspectos culturales y humanos. Por ello, queremos ahondar en algunos detalles literarios de esta obra tan inmortal como el vampiro que descansa entre sus páginas.

Si has leído el libro sin guía previa, te habrá llamado la atención un detalle: es epistolar. La historia es relatada a través de las cartas, diarios y otros escritos de varios personajes. No existe un narrador omnisciente y, curiosamente, aquel que da nombre al relato no tiene una voz propia: sabemos lo que dice porque otros lo citan. Este tipo de narración, a la que hoy en día estamos acostumbrados, en su tiempo fue algo completamente innovador. De hecho Sir Arthur Conan Doyle alabó su innovadora técnica, y el mismísimo Oscar Wilde dijo que Drácula era la mejor novela de terror jamás escrita.

Pero, es sabido que Stoker trabajó el texto concienzudamente y probó varios estilos: ejemplo de esto es un relato corto escrito en tercera persona llamado El invitado de Drácula que no vería la luz hasta 1914 (2 años después de la muerte del autor). Actualmente algunas ediciones lo incluyen a modo de prólogo, antes del comienzo del diario de Jonathan Harker.

Y aunque Drácula, nombre del personaje y título de la novela, suena inquietante, en un primer momento el escritor había pensado en llamar al monstruo Conde Vampyr. Fue gracias a la sugerencia del especialista en folclore rumano Ármin Vámbery, que Stoker se decidió por Drácula, ya que, además de ser el apodo de un príncipe valaco aficionado a beber sangre, significa hijo del demonio y su grafía nos sugiere unos colmillos, o la misma figura de un vampiro que reposa tumbado.

En lo que a creación literaria se refiere, muchos autores coinciden en que es complicado fijar bien el papel de los personajes, pues algunos que deberían ser secundarios adquieren “vida propia” y empiezan a hablar demasiado mientras que otros que deberían ser principales deben ser desechados porque no tienen el “carácter” suficiente. La obra de Stoker no fue una excepción, ya que existen dos referencias a una tal “Kate Reed” que no llegamos a conocer: al parecer iba a ser una compañera de Mina Harker y Lucy Westenra con mayor protagonismo, pero que al final no le convenció al autor.

Continuando con los personajes, uno de los de más peso es el doctor Abraham Van Helsing, estudioso de lo oculto y experto en vampiros. Curiosamente comparte con Drácula un origen basado en un personaje real, aunque menos conocido: Gerard van Swieten, un eminente médico holandés del siglo XVIII que llegó a ser doctor de la emperatriz María Teresa de Austria y que fue uno de los primeros especialistas en estudiar el vampirismo a la luz de la ciencia y no del folclore.

Y si esperabas una curiosidad de Bram Stoker, como eso de que pertenecía a la sociedad ocultista del Amanecer Dorado; o que según la leyenda, el escritor murió de sífilis, gritando en un rincón oscuro de su habitación “Strigoi, strigoi”, nombre que se le da, según la mitología rumana, a un ente que se levanta de entre los muertos para aterrorizar a las personas; no, de esas historias nos ocuparemos en otra ocasión.