Los mexicanos lo dicen siempre, como si de tanto repetirlo perdiera algo de su verdad, como si se desdibujara lo real: la ciudad está construida sobre un inmenso lago que murió de sed.

El visitante, escéptico, no puede creer que esas veredas inmensas con fachadas hermosas y coloridas, modernos edificios de pecho vítreo y amplias avenidas, estén cimentados en lo que hace 500 años fuese el cauce del lago Texcoco. Pero el bramido de la tierra, cada ciertos años, borra cualquier duda: el 19 de septiembre de 2017, como una fatídica casualidad, se repitió el mismo fenómeno que 32 años atrás devastó la capital.

La ciudad de México fue sacudida el pasado martes por un sismo de magnitud 7,1 que derribó 47 edificios. Apenas dos horas antes del hecho, los habitantes habían participado de un simulacro para saber cómo actuar ante un evento de este tipo, sin embargo, la cercanía del epicentro del terremoto que ocurrió a la 1:14 de la tarde impidió que las alertas se activaran a tiempo y muchos no tuvieron tiempo de escapar antes del colapso de las edificaciones. Pero, ¿qué hace a la urbe ser tan propensa a un movimiento telúrico?

Caseríos sobre pantanos

La escritora Elena Poniatowska, en su libro “Nada, Nadie”, refiere una crónica de Jorge Eugenio Ortiz, quien justo después del terremoto del 19 de septiembre de 1985 escribió: “El sismo pudo ser menos doloroso si no se hubiese erigido el gigantesco asentamiento en el valle de México (…) los españoles se empeñaron en sembrar una fastuosa ciudad sobre un lago (…) de un lago con islas y aldeas ribereñas, la urbe colonial se fue convirtiendo en un sólido caserío montado sobre los desecados pantanos”. Desde entonces hasta hoy, el terreno es el mismo y la ciudad se ha expandido hasta convertirse en la capital más poblada de América Latina.

Valentina Páez, jefa del departamento de Ingeniería Sísmica de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), considera que ese antecedente es fundamental para entender el comportamiento de la ciudad ante un movimiento telúrico.

“La profundidad de los sedimentos amplifican la onda de los sismos. Al estar construida sobre un lago seco, el de México es uno de los peores suelos para construir porque las estructuras, si están mal diseñadas, son propensas a volcar”. (Fuente: )

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