La elegancia de una persona no se distingue por cómo se viste o los accesorios de moda que usa. Lo que realmente es importante son los modales, la forma de comportarse y otras características que tienen que ver con el interior.

La especialista Patricia Ramírez enumera diez características de personas que llama socialmente elegantes:

Ser discretas. No hablan de lo que desconocen, no hablan de intimidades, ni siquiera de las suyas. Huyen de la rumorología. Son personas de fiar.

No necesitan hablar alto para que se les oiga. Están convencidas de que para comunicarse, incluso discutir, no hay que subir el volumen. El volumen de tu voz no te da la razón. Al contrario, pone a las demás a la defensiva.

No hacen comentarios hirientes o malintencionados. Saben hacer crítica constructiva, clara, honesta y sincera. No buscan la ironía ni los dobles mensajes para decirte lo que no les gusta.

Su comunicación no verbal es pausada. No te acusan con el dedo, ni te miran con desprecio. Tampoco ponen caras que tengas que descifrar para saber si estás enfadado o tienes un problema.

Se interesan por su bienestar y te preguntan por cómo te va en la vida. Las personas elegantes son agradables, se muestran interesados en lo que ocurre en tu vida, en cómo te sientes y en saber tus necesidades.

Te atienden y se relacionan con educación. Son personas humildes que respetan a los demás. No se sienten merecedores de la atención por encima de otros. Son educados con sus jefes, con los camareros y cuando conducen. Ser respetuoso y educado forma parte de su filosofía de vida.

Dicen buenos días y adiós cuando entran y salen. Incluso cuando no conocen a la gente. Al entrar en un banco, tienda, autobús o cualquier otro lugar dicen simplemente buenos días, con una sonrisa.

Sonríen. Sonreír es una muestra de afecto e interés por el otro. Transmite el deseo de agradar a los demás. Y abre los canales de comunicación.

La persona elegante no está esperando que tropieces para burlarse. Si tiene amistad contigo te tenderá la mano y si no, le será indiferente, pero no se recreará en tu fracaso. ¿Por qué? Porque sabe estar.

Sabe escuchar. No se comporta como si fuera la única persona con un mensaje interesante que transmitir. Te escucha, te mira, te acompaña y conversa, no monopoliza la conversación.