Con una sonrisa que iluminaba la pantalla y una capacidad para mutar en los papeles que abordaba, Heath Ledger prometía una carrera aún más fructífera de la que ya había construido.

Mucho antes de El imaginario mundo del Dr. Paranassus (su última película), Heath había sido un rebelde, un caballero, un errante de tristeza implosiva, un hombre imposibilitado de amar y un guasón que se vestía de enfermera. Todo eso fue Ledger en el cine.

1. 10 cosas que odio de ti

Patrick Verona. Dicen muchas cosas de él en la preparatoria, porque él no dice nada sobre sí mismo. Es que un rebelde de pelo largo oscuro con actitud de “no me importa nada” genera intriga y una ola de rumores. En 10 cosas que odio de ti se cuentan dos historias paralelas: la de un chico (Joseph Gordon-Levitt pre- 500 días con ella) quien, para salir con la chica de sus sueños, debe lograr que la hermana de ésta también salga con alguien; y la del chico (Patrick) a quien contrata para seducir a la hermana. Pero, claro, lograrlo no será tan fácil, porque tanto Patrick como Kat (Julie Stiles) tienen la misma personalidad: intempestiva. Basada en La fierecilla domada e incuestionablemente nineties, la comedia de Gil Junger vale oro por dos momentos: cuando Kat lee su poema/declaración de amor hacia Patrick y cuando Patrick se le declara a Kat cantando “Can´t Take My Eyes Off of You”, una de las escenas clave de toda la filmografía de Ledger.

2. Cambio de vida

Sonny Grotowski. “¿Me odiás, no?, porque yo siempre te amé” le dice Sonny a su padre Hank (Billy Bob Thornton) antes de volarse la cabeza. Esa es una de las primeras escenas de Cambio de vida y tan solo el prefacio de la verdadera historia: la relación entre Hank y Leticia (Halle Berry). A pesar de estar solo en algunos momentos, Ledger se clava en la memoria con una actuación desgarradora y su Sonny posiblemente sea el papel más intenso que le haya tocado interpretar. Como dice una letra de Sergio Pángaro: “el alma se ve en los ojos”. Y en los ojos de Ledger/Sonny está todo. El dolor, la culpa, la desesperanza.

3. Corazón de caballero

William Thatcher. Hay una palabra que define a Heath Ledger en esta película: encanto. Su carisma atraviesa la pantalla en este anacronismo hermoso concebido por el gran (aunque olvidado) Brian Helgeland. Como en muchas películas de Ledger, lo que importa es la conquista de un corazón, pero nunca se subestima ni la camaradería (Paul Bettany, Mark Addy: los buddies ideales) ni la música, que va desde Queen hasta David Bowie. Desconcertante y alegre, Corazón de caballero salió de la nada y se quedó con todo. Bueno, quizás no con todo, pero sí con el cariño de muchos cinéfilos.

4. Secreto en la montaña

Ennis Del Mar. Cuando Heath se convirtió en Ennis muchos presenciaron la resurrección de Marlon Brando. Otros, entre los que me incluyo, vieron la reconfirmación de lo que se vislumbraba: que Ledger era un actor enorme. Un personaje que habla poco, oculta sus sentimientos y no puede escaparle a la cobardía requería de sutileza. Y si queremos sutileza (más devastadora que cualquier actuación desbordada) la encontramos en ese final de esta historia de amor trunca (sí, entre cowboys, pero eso es anecdótico), donde Ennis mira la camisa de Jack (Jake Gyllenhaal) y desea, solo murmurando “te juro”, volver el tiempo atrás. Pero el tiempo ya no vuelve y por esa ventana, la naturaleza enorme e infinita, puede llegar a traer consuelo.

*5. Batman: el caballero de la noche

El Guasón. Cuando todos pensaban que el único Joker era Jack Nicholson, llegó Heath Ledger, borró un poco el tono caricaturesco, le sumó algunos ingredientes grotescos, una voz para el recuerdo, un maquillaje desprolijo y ecos de Alex DeLarge de La naranja mecánica de Kubrick y se llevó puesta la obra maestra de Christopher Nolan con traje de enfermera y todo. Desde su manera de caminar hasta esa gestualidad tan propia, tan única, su Guasón fue lo mejor que le pasó al cine en mucho tiempo. Por eso, cuando se anunció que Heath era el ganador del Oscar y subió su familia a recibir la estatuilla dorada, nuevamente resurgió el dolor de una pérdida que solo tiene un paliativo: el cine, sus papeles y, así, solo así, la inmortalidad… .