David Figlio, profesor de desarrollo humano de la Universidad de Norhwestern, encontró que los nombres de los niños tendrían que ver con su desempeño escolar y profesional.

Sus estudios comenzaron hace ocho años con el deseo de averiguar el motivo por el cual los profesores ponían más expectativas en unos alumnos que en otros. Pensó que los nombres podrían ser un factor importante.

En su estudio “Las chicas con nombres muy femeninos fueron generalmente estereotipadas” se percató de que las niñas llamadas Ana o Elizabeth tienen más problemas, por ejemplo, para entender las matemáticas y las ciencias. Mientras que las llamadas con nombres fonéticamente masculinos, como Abigail, lo hacen con mayor facilidad.

Encontró, además, que los nombres de grafía extraña o con signos diacríticos (diéresis, virgulilla, etc.) tienen bajas calificaciones académicas, comparadas con las de compañeros con nombres tradicionales.

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