Cuando nos convertimos en mamá muchas tomamos la decisión de dedicarnos a los hijos y dejar el trabajo por unos años. Pasar los primeros años con nuestros engreídos puede ser increíble, pero conforme pase el tiempo vamos viendo que no ha sido una buena decisión.

Mary Dell Harrington y Lisa Heffernan escribieron un interesante artículo en The Huffington Post explicando nueve razones por las que una mamá se puede arrepentir de quedarse en casa. Aquí te compartimos el artículo:

“La decisión que más costos me ha significado en la vida la tomé sola. Solo estaba yo mirando a mi marido y a mis hijos (los que estaban dentro y fuera de mi barriga) y el caos que era nuestra vida. En ningún momento calculé el impacto que tendría en mi vida el tener ingresos y prospectos reducidos. Ninguna parte de mi cerebro se sentó a pensar cuál sería el precio de dejar la fuerza de trabajo, y si sería una decisión de la cual me arrepentiría en una década o dos. En ningún momento examiné los costos no monetarios, los cuales tienen igual o mayor peso que los monetarios. En el momento parecía necesario renunciar, teníamos dos carreras demandantes, dos hijos pequeños y otro en camino, y dos adultos viviendo fuera de control y sin esperanzas.”

“Un día estaba trabajando en un banco, en el departamento en cual se manejaban cantidades masivas de dinero, y al día siguiente estaba jugando con mis hijos en el suelo de su habitación. Y si bien significaba que perdería algunos cheques, nunca pensé, a los 33 años, como se vería el mercado laboral para mí en los años por venir y ahí yace mi error más costoso.”

“Me quedé en casa con mis hijos porque quería estar con ellos. Tenía un trabajo que me permitía muy poco tiempo con ellos los días de semana y sentía que necesitaba más tiempo. Ahora, tengo mis dudas sobre la decisión de haberme quedado en casa. Sería muy fuerte el decir que tengo arrepentimientos. No conozco a ningún padre que se arrepienta de pasar tiempo con sus hijos, especialmente hijos que ya viven solos.”

“A pesar de estar consciente que ser una madre que se queda en casa fue ciertamente un lujo, el mirar un nido vacío y prospectos muy disminuidos de empleos, me causa un remordimiento muy real:”

1. Decepcionó a aquellas que estuvieron antes que mí

“En alguna forma cósmica, siento que he decepcionado a una generación de mujeres que hizo posible el soñar en grande a pesar de sé que la meta real del Movimiento de las Mujeres era el poder soñar cualquier cosa. Un verano en los 1970s, leí “La Mística Femenina” acurrucada en un sofá en la casa de mis abuelos. El libro me habló, y mi madre y mi abuela me hablaron advirtiéndome del camino que ellas habían tomado, dejando la fuerza laboral después de que sus hijos nacieron. Pero ambas le hablaron a una versión pre adolescente más ambiciosa de mi misma, no a una joven madre. Betty Friedan o no, me quedé en casa por casi dos décadas criando tres hijos.”

2. Usé más mi licencia de conducir que mi título

“La obtuve en un curso corto que incluía un par de lecciones prácticas cuando aún estaba en la escuela. Mi educación superior tomó unos 6 años de duro trabajo y aún así, durante años, usé mi licencia de conducir mucho más que lo que usé mi educación formal. Y en algún nivel, sentí que me estaba fallando a mí misma, y a aquellos que me educaron, entrenaron y que creyeron en mí.”

3. Mis hijos piensan que no hice nada

“Me ven cocinando, limpiando, conduciendo, siendo voluntaria, e incluso escribiendo, pero no saben cómo se ve un “trabajo” que yo haya hecho, y piensan que nunca he tenido uno.”

4. Mi mundo se volvió más pequeño

“Durante los años que estuve en casa con mis hijos hice amigas maravillosas, mujeres a quienes espero tener para siempre en mi vida. Pero vivir en los suburbios entre mujeres con historiales e intereses y aspiraciones sorprendentemente similares, disminuyó el grupo de personas con el cual interactuaba. En el trabajo, mis contactos y amigos incluían a personas de ambos sexos y personas muy distintas, y yo era mejor por ello.”

5. Quedé atrapada bajo una montaña de trabajo voluntario

“Una parte de este trabajo era profundamente significativo, y otra parte trivial en extremo. Es muy fácil sentir como si estuvieses haciendo un aporte, ya sea participando de un comité en el hospital o juntando fondos para una escuela de enfermería. Las actividades voluntarias involucran un sinfín de mini actividades, y al final, las personas que están a cargo de las organizaciones siguen con sus vidas y te quedas sin trabajo.”

6. Me preocupé más por todo

“Estar tanto tiempo cerca de mis hijos me dio la oportunidad de concentrarme en ellos a nivel celular. Y estoy bastante segura de ni ellos ni yo nos beneficiamos de la lupa con la que los observaba. Si hubiese trabajado fuera de casa, de todas formas me habría preocupado por ellos, pero habría limitado mis preocupaciones a asuntos más sustanciales.”

7. Con mi marido, nos convertimos en un matrimonio más tradicional

“Antes de tener nuestros hijos y cuando éramos jóvenes, mi esposo y yo hacíamos el mismo trabajo. Luego cuando nacieron, salíamos juntos al trabajo en la mañana, volvíamos juntos, y mirábamos a los niños tras el velo del cansancio extremo. Mi esposo me ve, en todas las formas, igual a él, pero en los años en los que he estado en casa, nuestra sociedad se ha convertido en un romance de los años 1950s. No me pide que corra a la tintorería o a la pescadería, pero seamos sinceros, ambos lugares están cerrados para la hora a la que él llega a casa.”

8. Pasé de moda

“A lo largo de los 80s y los 90s, trabaje como banquera de Wall Street en un departamento con tecnologías de vanguardia. Justo cuando estaba dominando el uso de cada nueva computadora, esa desaparecía y era reemplazada por modelos más nuevos. Estaba al día con los software que el público no vería en años, y cualquier cosa que no entendía me la explicaban analistas entrenados del MIT. Me he mantenido actualizada con la tecnología pero no al nivel como lo hacia cuando trabajaba. En mi mundo, a menudo usó a mis hijos jóvenes adultos como servicio técnico y soporto sus comentarios insidiosos y que pongan los ojos en blancos, sabiendo muy dentro de mí que alguna vez fui muy diferente.”

9. Reduje mis expectativas y perdí confianza

“Pero mi arrepentimiento más grande, por lejos, sobre los años que pasé en cama es que reduje mis expectativas de mi misma ya que en mi mente sentía que ya no era capaz de tantas cosas. Dejé escapar la ardiente ambición que una vez tuve porque sentí que ya no podía tenerla a ella al mismo tiempo que a mis 3 bebés. Mi esposo no hizo esto, tampoco lo hicieron mis hijos. Yo hice esto. En los años en que estuve en casa me calmé pensando que estaba logrando lo suficiente porque lo estaba haciendo. Estaba criando a mis hijos y, como cualquier padre que ha pasado un día entero con un hijo sabe, eso puede llenar todas las horas de un día. Lo que no me había dado cuenta era de cómo mi concentración total en mi familia podría resultar en que las aspiraciones que tenía para mí misma se escaparan.”

“Si pudiera rebobinar la cinta, comenzar de nuevo, ¿qué haría distinto? Al ver a mis hijos adultos y a los que ya casi lo son, me siento agradecida por el tiempo que tuvimos. Pero desearía haber tratado de mantener un dedo, de la mano o del pie, o una mano en el mundo laboral para facilitar un eventual retorno a él. No tenía un trabajo que sirva para hacerlo a jornada parcial, y el trabajo desde casa era tecnológicamente imposible en la época. Pero, la solución requería de imaginación, más que de capital. Y en retrospectiva, me podría haber dado cuenta con el tiempo que mi carrera y mi vida de madre podrían haber convivido, pero no necesariamente tenía que haber terminado.”