Las vacaciones de son la oportunidad perfecta para que los pequeños de la casa desarrollen diversos talleres o se animen a practicar, a mayor profundidad, un deporte en especial. El fútbol genera pasiones en nuestro país y tanto hombres como lo juegan en la cancha del barrio con sus amigos.

Esta no es solo una actividad que consiste en perseguir un balón y patear al arco, sino que aporta a los niños diversos valores, así como la cohesión social, el desarrollo de actitudes personales y la educación.

Además, este deporte permite transformar vidas, como las de diversos niños de Pucusana quienes han encontrado en él la mejor manera de desarrollarse siguiendo una metodología socio-deportiva desarrollada por la asociación sin fines de lucro Futbol Más, logrando un crecimiento de sus habilidades emocionales, conductuales, sociales y físicas. Sabiendo esto, los especialistas de Arca Continental Lindley, comparten cinco beneficios que quizá muchas no conocían y que brinda este deporte:

1. Potencia la capacidad de toma de decisiones: al jugar una ‘pichanga’, un niño debe decidir continuamente entre hacer pases, quedarse con el balón y seguir corriendo o patear al arco, lo cual se traduce en una habilidad para ejecutar un análisis crítico rápido las circunstancias que lo rodean y ejecutar la mejor maniobra.

Esto a su vez potencia la perseverancia, la confianza en sí mismo y su autoestima. En casa, es posible estimularlos al aportar en la toma decisiones respecto a las tareas del hogar. Un ejemplo de esto es premiándolos con tarjetas de color verde ante sus aciertos – un color asociado a los comportamientos positivos – como una simulación a las reglas y uso de este elemento que se sigue en el futbol.

2. Fomenta las habilidades sociales, de asertividad y trabajo en equipo: los miembros de un equipo de fútbol trabajan con el objetivo de ganar en el marcador, además de divertirse. Esto requiere de comunicación entre los jugadores para entender, por ejemplo, como se desarrollará una jugada y en un niño estimula su capacidad empática y de escucha activa. Asimismo, cada posición debe cumplir un rol y el resto del equipo debe confiar en que la cumplirá, lo cual genera en ellos un sentimiento de responsabilidad y de solidaridad al lanzarse en apoyo de otro jugador cuando este lo requiera para realizar una jugada exitosa.

3. Refuerza la disciplina de su día a día: al hacer del fútbol un hábito en sus vidas es usual que sus jugadores quieran mejorar su desempeño. Un niño que desde pequeño juegue al fútbol de manera regular entenderá mejor la importancia de cuidar sus horas de sueño, llevar una alimentación saludable, organizarse para tener tiempo de entrenar y aprender nuevas maniobras. También estará más atento a seguir las reglas que le permitan seguir jugando ya que nadie desea una tarjeta amarilla. El hábito de usar una tarjeta amarilla se podría implementar también como elemento de aviso en el hogar, ante situaciones o acciones donde el niño puede mejorar, estimulándolo siempre a comprender que no es un castigo sino una posibilidad de mejora.

4. Promueve los lazos comunitarios: es durante la niñez y adolescencia que una persona tiene más tiempo y espacios para hacer deporte. Es en las pichangas, en la academia de futbol, los recreos y después de clases, que un equipo puede convertirse en una familia y aquel que recibe tus pases y anota los goles puede convertirse en un gran amigo y aliado para esos momentos fuera de la cancha.

5. Los mantiene saludables: durante un partido, un jugador debe correr mucha distancia a distintos ritmos, lo cual a la larga mejora su capacidad pulmonar y su salud cardiovascular. El fútbol es conocido por desarrollar los músculos, desarrollar velocidad, fuerza y coordinación entre piernas y lo que perciben los ojos. Es posible invitar e inspirar a los hijos a seguir reforzando sus capacidades deportivas, saliendo a correr o haciendo ejercicios en pequeñas series junto a ellos, por ejemplo, los fines de semana.