Ese joven callado que acostumbra pasar inadvertido y al que siempre encuentras degustando las páginas amarillentas de un ejemplar desgastado. Ese hombre de rostro serio que ves en un café o en un centro comercial, acompañado de una buena novela y una bebida helada. Invítalo a salir, será toda una aventura que valdrá la pena.

Porque un chico que lee, también escucha. Conocerá la magia de las palabras que pueda susurrarte mientras recorren bibliotecas y relatos misteriosos. Sabrá aplicar el arte del silencio y el apoyo mudo cada vez que llores. Ese chico que lee tomará tu mirada como inspiración para convertirse en escritor apasionado que ve en tus ojos la fuente de sus escritos. Un hombre que lee albergará en su ser un océano de historias para que solo tú te sumerjas en ellas.

Sí, esos chicos aún existen. Son como los libros empolvados que encuentras en un rincón de la librería. Lo ves y por alguna extraña razón capta tu atención. Sus rostros son la tapa de una historia que por momentos pasa inadvertida entre cientos de portadas comunes que pululan diariamente por ahí sin despertar tu curiosidad. Pero cuando te acercas y empiezas a leer sus gestos, a escuchar sus palabras, te atrapan como cuentos fascinantes que no puedes dejar de lado. Sí, los chicos que leen aún existen, y bien vale la pena que los invites a salir.

Puedes ver a alguno por ahí, con aparente gesto frío y refinada indiferencia. Pero bajo esos aspectos se halla el calor hipnótico del hombre que busca una lectora para sus historias, una protagonista para su vida.

Cuando veas a un chico que lee en el transporte o en el parque, acércate y pregúntale por la historia que tiene entre manos. Y luego invítalo a salir.

Por: Jef Volkjten

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