En 2011 un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Ohio realizó un estudio, publicado en el Journal of Sex Research, que llegó a la conclusión de que los hombres piensan en cuestiones relacionadas con el sexo unas 19 veces al día, mientras que las mujeres lo hacen unas 10 veces.

Los participantes del estudio, 283 hombres y mujeres de entre 18 y 25 años, recibieron un pequeño contador con tres botones (“sexo”, “comida” y “sueño”) que debían pulsar cada vez que sintieran una de estos tres “instintos” básicos.

El autor principal de la investigación, el profesor de psicología Terri Fisher, aseguró que “entre chicos y chicas no solo existe una diferencia en cuanto a la cantidad de pensamientos sexuales, sino también en lo relativo a otras necesidades físicas, como la comida o el sueño”. Algo que consideraba “muy significativo”.

Pero ¿realmente se trata de un estudio significativo? Aunque la investigación tuvo en su día un gran eco mediático (algo que no es de extrañar dada la temática) es un buen ejemplo de lo que se conoce en psicología como “el problema del oso blanco”. En 1987 el psicólogo social Daniel Wergner pidió a los participantes en un estudio que suprimieran cualquier pensamiento sobre un oso polar: el resultado fue que, sin quererlo, acabaron obsesionándose con el oso imaginario, que no salía de sus cabezas.

Para Walter Riso, aún no conocemos una manera precisa de medir los pensamientos de una persona sin incurrir en los errores derivados de este fenómeno, conocido técnicamente como el “proceso irónico”. ¿Si tienes encima un contador con la palabra “sexo”, no acabarás pensado más en sexo de lo que lo harías si no tuvieras el contador? No es difícil imaginar a los participantes andando por el campus de la facultad de psicología con el contador en la mano tratando de no pensar en sexo y a la vez, pulsando el contador cada vez que lo hacían.

Hubo un participante que llegó a pulsar el botón 388 veces en un día. ¿De verdad este chico pensaba en sexo cada dos minutos o fue sólo una víctima del experimento?

Otra investigación, otro resultado

Los investigadores de Ohio no son los únicos que han estudiado esta cuestión, y los resultados de otras investigaciones, realizadas con otros métodos, arrojan resultados muy distintos. En 2012 el psicólogo social Wilhelm Hoffman y sus colegas de la BoothSchool of Business, trataron de averiguar cuántas veces piensan los hombres sobre sexo mediante una aplicación para móviles, que preguntaba a los participantes en momentos aleatorios del día cuáles eran sus más recientes pensamientos.

Sólo se registraron pensamientos sexuales, en la media hora anterior a que saltara la alarma (una vez al día), en el 4% de las ocasiones

La realidad, dice Walter Riso nos guste o no, es que somos incapaces de medir en tiempo real lo que está pensando una persona sin condicionarle a que piense una u otra cosa, por lo que, a día de hoy, es imposible saber a ciencia cierta cuánto piensan los hombres sobre sexo (y sí lo hacen más que las mujeres).

Probablemente la frecuencia varíe entre las personas, y en la misma persona según las circunstancias, pero al saberse parte de un experimento todos los participantes cambian lo que deberían ser sus pensamientos “reales”. Pero hay algo más, como explica Stafford, “los pensamientos no son como las distancias, que se pueden medir en centímetros, metros o kilómetros. ¿Qué es un pensamiento? ¿Cuán grande tiene que ser para tenerlo en cuenta? Son demasiadas cosas en las que pensar”.

Walter Riso, sicólogo y escritor que llega a Lima para dictar sus conferencias Amar, Vivir y Sentirse Bien los días 17, 18 y 19 de setiembre en el C.C. María Angola nos da un alcance del tema.