Estás siempre disponible para él. Muchas dejan compromisos importantes, madrugan a las horas más inusitadas, pueden postergar hasta la reunión que esperaban por meses, contar de hacer lo que el señor en cuestión les pide. No importa si el hombre la llama un sábado a las 11 de la noche para que vaya a su casa. Así ella esté a kilómetros de distancia irá con una sonrisa.
Te vuelves pegajosa cuando estás con él. Muchas mujeres acosan, persiguen, abruman y hostigan (sí, todo junto) a sus parejas, sólo porque son tales sus ganas de estar con él que piensan que es un premio demasiado bueno y que cualquiera podría venir a arrebatarlo, entonces lo cuidan con mucho ímpetu.
Estas dispuesta a sacrificar sus amigas por estar con él. Hay quienes están dispuestas a terminar de ver una amiga cercana, incluso de la infancia, en caso de que ella no sea del agrado de su pareja, todo por estar con él. Y es que aseguran que no quieren que “nadie” se interponga entre este hombre y ella.
Finalmente, si insistes en formalizar la relación (aunque lleven tres días saliendo), te aviso que tienes un problema. ¿Cómo darte cuenta de si es tu caso? Fíjate si estás persiguiendo al caballero en cuestión y lo abrumas con preguntas del tipo: “dónde estamos y adónde vamos”, en lugar de dejar que la relación fluya con naturalidad.
Si te sientes identificada con una de estas características, preocúpate porque lo triste de estar desesperada es que te conviertes en tu peor enemiga, pues no hay nada que espante más a un hombre que una mujer desesperada.