A Lucía nunca le ha gustado estar mucho tiempo en el mismo lugar. En parte por la energía desbordante que la caracteriza, en parte por un insaciable espíritu de aventura, o quizá porque siente que hay otros lugares que merecen iluminarse con esa sonrisa que enamora a cualquiera.

Trabajó como diseñadora gráfica y en una oficina de seguros que no pudo contenerla por mucho tiempo antes de que descubriera que lo suyo no estaba detrás de un escritorio sino frente a las cámaras.

Su gusto por las actividades al aire libre y el mar comenzó en Ancón, donde pasó su infancia.

“Mis hermanos y yo salíamos a pescar en las mañanas, y siempre tuve buena mano para la pesca. Me acuerdo que, a los tres años, ya sacaba pescados grandes”. A los 22 (“nunca es tarde” es una de sus frases predilectas), Lucía se animó a probar suerte, ya no con una caña de pescar, sino con una tabla de surf.

Correr olas se convirtió en uno de los tantos deportes que la mantienen con una figura envidiable y una deliciosa piel color canela, sobre la que tiene dos tatuajes: un lirio rojo y un caballito de mar.

Además del surf, lo que más disfruta (y lo que la llevó a ser la candidata perfecta para convertirse en la imagen de la marca Nike) es correr por el malecón, hacer yoga, pilates y pole dance.

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