Esta es el conmovedor testimonio de Sloane Bradshaw, el cual fue publicado en Huffingtonpost. Cuando ella se divorció pasó meses culpando a su esposo por que según ella gracias era su culpa que se acabara su matrimonio de 10 años. Él la había engañado y dejado, entonces ¿a quién más había que culpar? Pero luego llegó a la conclusión de que una relación es de dos y si algo pasa la culpa es de ambos. A continuación 4 cosas que Sloane entendió.

1.- Puse a mis hijos primero

Para una madre los hijos están ante todo. El amor entre ellos fluye de manera especial y única. El matrimonio es diferente cada uno debe poner de su parte para que avance. Ella admite que cada vez que sentía que debía esforzarse más se alejaba y salía a pasear con sus hijos creía que hacia lo correcto, porque cuando salían todos su esposo andaba de mal humor. Gran parte de las noches prefería acurrucarse con ellos, culpando lo tarde que él se acostaba. Es así que casi nunca teníamos noches en la que estuviéramos sin los niños. Quizás una vez al año, para nuestro aniversario.

2.- No les puse límites a mis padres

Mis padres iban a nuestra casa frecuentemente, a veces incluso llegaban sin siquiera avisar. Nos “ayudaban” con las cosas de la casa, haciendo tareas que ni les pedíamos, cómo doblar nuestra ropa limpia. Íbamos de vacaciones con ellos. Ellos retaban a nuestros hijos en frente de nosotros. Hubo pocas veces que sí defendí la autonomía de mi familia. Mi esposo, literalmente, se había casado con toda mi familia.

3.- Lo herí

Creí que el amor tenía que ver con la honestidad, pero todos sabemos que la verdad duele. A medida que comenzamos a estar más cómodos con nuestra relación, dejé de intentar decir las cosas de forma amable. Hablaba mal de él con mis amigas, mi madre y mis compañeros de trabajo.

En vez de aumentar su autoestima, la pisotee. Lo empequeñecía a menudo, diciendo que su trabajo no era importante y refiriéndome en malos términos a sus amigos. Lo regañaba por hacer mal las cosas y le hablaba como si fuera un niño. Controlaba el dinero de nuestra familia y manejaba cada centavo que él gastaba, y si hacia algo mal en la cama. También se lo decía. Al final, no tenía respeto por él y me aseguraba que él lo supiera y lo sintiera todos los días.

4.- No me molesté en aprender a discutir de forma adecuada

Sé que suena extraño sugerir que existe una forma adecuada de discutir, pero la verdad es que si existe. Usualmente mantenía la paz en nuestro hogar manteniendo mi boca cerrada cuando había cosas que me molestaban.

Como podrás imaginar, todas estas cosas pequeñas me volvían loca y me convertían en un volcán de ira que ocasionalmente hacía erupción de forma desproporcionada. Y por ira, me refiero a ira así como se define clínicamente. Cuando todo volvía a la calma, justificaba mi ira diciendo que una mujer tiene un límite para las cosas que puede soportar. Cuando miro hacia atrás, era una persona que realmente daba miedo durante esos episodios.

Escribo esto no porque espere que él me perdone. Sino porque no puedo creer todo el tiempo que tuve la cabeza escondida en la arena. Espero que otras mujeres logren salir a la superficie y mirar bien a su alrededor. Y si bien me duele que mi esposo haya decidido resolver nuestros problemas en la cama de otra mujer cuando conversar y terapia nos hubiese ayudado, sé que yo tampoco estuve ahí para él.