Yo era, en la etapa del cole, de las que siempre hacía deporte. Entre ellos: Voley (fracasé por mi talla), Softball (mi favorito, pitcherbolera me decían), Natación (nunca pude aprender a nadar pecho… ni mariposa, JA) y Atletismo. En este último deporte, me di cuenta de lo importante que es no rendirse.

No marqué ningún record, tampoco creo haber llegado jamás en 1er puesto en las carreras de 100 metros planos, pero sí recuerdo lo que se sentía la falta de aliento cuando tenía que dar cuchumil (2) vueltas al campo y no podía más (JA).

Hagamos una pausa aquí.

Mi familia me hacía constante hincapié en lo orgullosos que se sentirían si me llevaba la medalla de oro (porque uno tiene que ir por la de oro, no por la de plata, ni menos la de bronce).

Cuando iba a los entrenamientos, veía a mis amigas correr con tanta facilidad y sostener por HORAS la resistencia física, por la cual, habían entrenado años de su vida. Para mí, era (es) súper difícil. Pero con el paso de las semanas, empecé a darme cuenta de que mientras más practicaba… más mejoraba. En ese momento, aprendí una gran lección que quiero compartir con ustedes.

Sé que muchas de nosotras (todas) somos muy competitivas, no sólo en el ámbito deportivo, sino en TODO. Queremos ser las primeras en todo: la primera de la clase, la primera en graduarse, la primera en comprarse el depa más paja del mercado (al cash #win) y vivir sola, la primera en recorrer el mundo entero, la primera en… (CompletaLaFrase).

Pero muy pocas nos preocupamos en ser realmente las mejores.

¿Qué significa eso? (para mí) Creo que esas dos palabras (“primera” y “mejor”), pueden ir de la mano, eso es lo idóneo, pero no siempre es real. El primer beso, no siempre será el mejor; la primera carrera que escojas, no necesariamente será la que más ames; la primera idea, no siempre (casi nunca) es la más creativa.

Mi punto es: todas tenemos un ritmo distinto. Hemos vivido diferentes experiencias, cometido errores unos más pavos que otros; hemos peleado, llorado y reído. Cada uno de esos momentos, a la larga, construyen a la hermosa persona que eres hoy en día. Nada de lo que te haya pasado te hace ni más ni menos que nadie. Es cierto que los años te hacen más sabi@, pero los ritmos son distintos para cada persona.

Cada una de nosotras tiene diferentes retos, sueños, miedos, traumas (…) y eso es lo que nos hace únicas.

Creo que en la vida no importa tanto si llegas primero a la meta, sino disfrutar realmente el camino y aprender de todo lo que nos pasa; total, de eso se trata ¿no? Vivir realmente cada instante y no sobrevivir hasta llegar a la “meta” que, en muchos casos, está escondida en el camino.