Londres, 1976. Mario Testino, un joven peruano de 22 años y peinado afro, tiene problemas para recoger los platos del restaurante donde trabaja.

“Ser mozo es un profesión como cualquier otra: puedes ser bueno o malo. Y a los tres meses me di cuenta de que yo de mozo no tenía nada, era una bestia. Pero entonces los otros trabajadores del restaurante me comenzaron a preguntar si les podía hacer fotos, porque sabían que era fotógrafo, y así comencé”.”

Pocas semanas antes, su padre lo había citado en Nueva York para explicarle que ya no podría seguirle pagando el departamento y los estudios en la capital de Inglaterra. Tenía que regresar al Perú. “Yo dije ‘no’. En esa época, Alfredo Fernandini y Roberto Cillóniz habían llegado a Londres y se quedaban en mi casa y, como no teníamos plata, Coco More vio un edificio que había sido hospital y que lo habían convertido en un hostal para alcohólicos y vagabundos. Dos pisos no habían sido recuperados, y nos mudamos”, recuerda.

¿Cuánto pagabas por vivir en un sitio así?

La renta era de diez libras esterlinas por semana cada uno. Lo increíble es que yo fui el primero en mudarme. La plata solo nos alcanzaba para comprar corn flakes con leche, y teníamos una gata que maullaba.

¿Te habías ido a Londres para hacer fotos?

No. Yo me fui para estudiar Comunicaciones. No sabía qué estudiar en verdad. Yo inventaba cualquier cosa para que me mandaran, porque mi papá me había dicho que, mientras estuviera en la universidad, me iba a pagar todo pero, cuando yo llegué a Londres, me habían aceptado en la universidad pero no ese año, sino el próximo. Y no podía quedarme en Londres sin ser estudiante. Entonces conocí a Valerie Booth y ella me habló de la escuela de fotografía. Pero, a los tres o cuatro meses, el profesor murió de cáncer y me quedé en la calle. Ahí conocí a una chica iraní que acababa de abrir su estudio y me volví asistente pero, como no me pagaban nada y mi papá me había dicho: “Si te quieres quedar, tienes que encontrar un trabajo”, entré al restaurante.

¿Cuándo sientes que las cosas comienzan a cambiar?

Me tomó diez años salir de la deuda en el banco. Cuando decidí comenzar a ser fotógrafo, le pedí al gerente de mi banco que me prestara 300 libras esterlinas para comprar el equipo y, por diez años, viví en deudas. Pero mis upgrades comenzaron cuando Madonna me pidió para una campaña de Versace.

MARIO. DAVID BOWIE. LIMA

Rossie Salinas es la mujer de sonrisa fresca y rulos alegres que dirige uno de los salones de belleza más importantes de Lima. Pero hace poco más de cuarenta años, cuando todavía era esa adolescente de 16 años que conoció a Mario Testino, quedó deslumbrada. “Conocí al tipo más increíble del mundo. Nunca había estado con nadie tan rápido, tan inteligente y tan divertido. Yo me moría por él y, de hecho, salimos por un tiempo. Yo estaba superenamorada de él pero, en un momento, nos volvimos superamigos, y me di cuenta de que esa era la única manera de estar con él y pude digerirlo fácilmente porque no estaba dispuesta a perderlo”, comenta una noche de diciembre, camino al aeropuerto de Lima.

Melissa León de Peralta, otra de las mujeres que se convirtió en una de sus mejores amigas durante la adolescencia, cuenta: “Por un lado, era todo perfectito, de los primeros de la clase en el Colegio Santa María y, a la vez, súper avant-garde, y se vestía con el african style, zapatos con plataforma, palazzos de colores, flores y cuadros cuando todavía nadie lo hacía”.

¿Cómo fue tu infancia, Mario?

Tuve mucho cariño pero, en mi época del colegio, tenía mucho rechazo. He tenido padres que me han dado el espacio para ser yo: viajaba con mi papá como su traductor, porque mi papá no hablaba inglés y trabajaba con una compañía estadounidense representante de aditivos para petróleo, y yo iba a las reuniones con él a Estados Unidos a los 14 años y me compraba mucha ropa, y venía a Lima y me la ponía como si Lima fuera Nueva York. David Bowie era mi inspiración. Y la gente me miraba como bicho raro y me criticaba mucho, porque en esta sociedad, hay un machismo muy fuerte. Pero lo bueno es que eso me ayudó mucho a reafirmarme en quién yo soy. Dije: “No, yo soy así”. Mi mamá –y es por eso que la celebro tanto– me decía: “Eres increíble, eres increíble” y, bueno, lo acabé creyendo.

TESTINO. MADONNA. TOM FORD

Entonces, tu primer upgrade fue trabajar con Madonna…

Sí. Madonna había visto mi trabajo en una revista y me llamó directamente. Pusieron una página entera en “Vanity Fair” antes de las fotos que decía: “Versace presenta a Madonna por Testino”. Y, en la época, solo se llamaba por el apellido a Avedon, Penn y Newton. Y él fue el primero que me dio ese status. Después fueron las fotos de Diana para ‘Vanity Fair’, para promocionar la venta de sus vestidos en Christie’s; y mi tercer upgrade fue en los años noventa, cuando comencé a hacer Gucci con Tom Ford.

¿Cómo fue trabajar con él?

Increíble.

¿Entonces ya trabajabas con Carine Roitfeld la estilista y exeditora de “Vogue” Francia?

Sí, claro. En los años noventa yo hacía todo con Carine. En verdad, comencé a salir adelante cuando ella me dijo: “Haz tus fotos como tus desnudos”, porque yo hacía mis desnudos sin decorado, sin nada. Cambió mi carrera desde allí.

Quienes te conocen dicen que eres un ‘workaholic’…

En verdad no tengo días libres, pero yo soy el que decide todo lo que hago. Y este año ha sido interesante porque me he dado cuenta de que ya no soy solo un fotógrafo. Soy una persona que cambia la realidad de las compañías para las que trabajo. Entré a Michael Kors cuando valía 50 millones, y el año pasado la vendieron por 10 billones y yo he estado con ellos esos diez años. La imagen hace un montón para una compañía, y creo que les he ayudado un montón.

Más allá de la fotografía, ¿en qué consiste hoy tu trabajo?

Estoy más interesado en tomar compañías donde puedo hacer todo. Les hago un brand análisis, y ver cómo hay que comunicar para que la compañía tenga otro look. Ahí entramos con la fotografía, el film, el behind the scene, el graphic desing, y hay muchos que hoy me piden que les haga la prensa: dar entrevistas y, muchas veces, también estar en la fiesta. Entonces, es como un paquete.

Me gusta la fotografía, pero también me gusta mucho el business, la idea de que un fotógrafo de modas tiene que crear deseo. Tú haces una foto y esa foto tiene que hacer que la gente quiera salir en el instante de su casa a comprar; si no, no has hecho bien tu trabajo.

Pero tus fotografías son consideradas, desde hace muchos años, como piezas de arte. ¿En qué momento lograste romper esa barrera?

No creo que en algún momento haya dicho: “Esto ya no es fotografía de moda, es arte”, pero supongo que mi exposición en la National Portrait Gallery de Londres de 2002 rompió muchos esquemas porque, de golpe, una audiencia global se estaba preguntando en qué momento la fotografía comercial de moda se había convertido en arte. Fue la exhibición más visitada del museo, así que supongo que algo debe de haber provocado.

¿Cuál es el secreto para que las celebridades se muestren con naturalidad?

Es una cosa sumamente humana. Hay muchos fotógrafos a los que les gusta la fantasía y lo falso, y yo estoy obsesionado con lo que existe de verdad. Prefiero ver a Kate Moss vestida increíble en la calle, en lugar de verla en un estudio con un vestido con el que nunca saldría en la vida real. Y creo que, de hecho, eso es lo que mueve a la gente: se pueden identificar.

Tu trabajo en el Perú se está extendiendo a otros campos entonces.

Ahora voy a añadir otra parte a mi labor en el Perú que tiene que ver con un proyecto con la ONG CREO, para construir parques educativos en áreas marginales en diferentes regiones del Perú. Y el primero va a ser en Villa María del Triunfo.

El otro trabajo, el de World Monuments Fund Perú, está más relacionado con preservar la historia del Perú a través de sus maravillosos monumentos, y siento que es un ejemplo importante. Entonces, en ese sentido, sí es mi regalo para el Perú.

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