La firma barcelonesa Desigual mostró su transición de lo juvenil y colorista a lo adulto y elegante en su colección de otoño/invierno 2015-2016.
“Creating the new” es el nombre de la reciente colección de Desigual, de nuevo bajo la batuta del prestigioso Christian Lacroix y participando por cuarta vez consecutiva en la sesión inaugural de la Fashion Week neoyorquina.
La marca volvió a sacar su artillería pesada: en las pasarelas dos modelos sobresalientes, Behati Prinsloo y Chantelle Winnie; en la primera línea de los asistentes una vieja amiga, Adriana Lima, y una nueva, Katie Holmes.
Y redondeando el plantel, Langley Hemingway, de las Hemingway de toda la vida, se encargó de la puesta en escena, y Harley Viera Newton pinchó una música cantada únicamente por mujeres, como símbolo de ese concepto “power girl” que Desigual defiende.
La pasarela estaba salpicada como un lienzo en pruebas de un artista y, según Manel Jadraque, el consejero delegado de la empresa, este desfile está inspirado en el propio taller de Lacroix, como si fuera un proceso vivo de creación que se va desarrollando in situ.
El diseñador francés poco a poco va contagiando con su visión oscurantista de la elegancia, la que ha sido, y todavía es, una marca devota del color y la alegría de su emblema “la vida es chula”.
“Es un mundo ‘artie’. Un arte naif, pinturas y tapices con patrones muy modernos, un mix entre arte y moda con una actitud divertida”, aseguró a Efe Jadraque.
Así, la colección, aunque se muestra algo temerosa por desconcertar a ese público que tan fiel le es en las cifras de ventas, alumbró una suerte de transición hacia los gustos más exquisitos con prendas más personales.
Quien vistiera a Helen Mirren para recoger su Óscar por “The Queen” o a Madonna en su “Re-Invention Tour”, fuerza ahora al gran público a entender volúmenes heterodoxos, como un abrigo en forma de huevo que abre la colección en la piel de Behati Prinsloo.
También osa hacer siameses los estampados incas y eslavos y, en el momento más brillante de la colección, se la juega al blanco y negro, densifica las texturas, aprieta el jacquard y crea ponchos que llegan a convertirse en vestidos.
Los tejidos, como el pelo de las modelos, van ganando volumen hasta trenzar el terciopelo con el tejido albornoz, creando punto de algodón en sofisticados jerséis mientras, en el otro extremo, resta gravedad a sus prendas y viste a las modelos como si fueran flora de una isla paradisíaca.
Desigual exhibió solo 43 de los 1.500 modelos que componen su colección para la próxima temporada invernal y volvió a subrayar su apuesta por la diferencia con Chantelle Winnie, la llamativa modelo que ha dado la vuelta a su vitíligo hasta convertirlo en su señal identificativa de esa belleza atípica.
“Desigual ha sido la primera compañía en verme y aceptarme tal y como soy y para mí ha sido algo muy importante. Vi que querían hacer una campaña conmigo pero realmente se centraron en quién era, en amarte a ti mismo y aceptarte tal como eres, tener seguridad en ti mismo”, aseguró a Efe.