Las justas demandas de los manifestantes ya no pueden ser borradas de un plumazo. La pregunta que se plantea ahora es quién cederá. Tal como están las cosas, no será Pekín, en opinión de Matthias von Hein.
Es una ironía de la historia: precisamente el gobierno central chino había prometido en 1997 elecciones a los ciudadanos de Hong Kong. Y es trágico que ahora Pekín dé marcha atrás. ¿Qué habría de temer el poderoso Pekín si 7 millones de personas pudieran decidir en elecciones libres sobre la figura del jefe administrativo de la zona especial de Hong Kong?
La gente de Hong Kong no es conocida por tener posiciones extremas. Son personas que trabajan duro, piensan en forma pragmática; son personas con buena educación, que aprecian la estabilidad y el crecimiento económico casi tanto como el Partido Comunista. Pero no se contentan con limosnas, como la oferta de una elección con un máximo de tres candidatos seleccionados por Pekín. Y la gente de Hong Kong no se doblega. Lo ha demostrado desde hace días en las calles de la ciudad, dominadas por un mar de manifestantes, pero a la manera típica de Hong Kong: pacífica, deferente, eficientemente organizada.
Un país, dos sistemas
Cuando Hong Kong fue devuelto a China, 50 años parecían un largo tiempo. Medio siglo había de mantenerse la fórmula ideada por Deng Xiaoping de “un país, dos sistemas”, con una amplia autonomía para Hong Kong. En Pekín solo habían de decidirse asuntos de política exterior y de seguridad. Todo lo demás sería cuestión del propio Hong Kong.
Para los manifestantes de hoy, el 2047 ya no queda tan lejos. Sobre todo porque Pekín socava subrepticiamente las libertades de Hong Kong. Por ejemplo, un libro blanco del gobierno central demandaba a los jueces de Hong Kong mayor “patriotismo”. En Pekín no se comprendió que esa absurda demanda atentaba contra una de las raíces del bienestar de Hong Kong, la jurisprudencia independiente.
Tampoco parece comprenderse lo que ocurre ahora con las manifestaciones. La retórica se conoce ya de otras crisis: la prensa oficial dice que las protestas son ilegales y azuzadas desde el extranjero y se habla de “extremistas dispuestos a recurrir a la violencia”.
El presidente chino, Xi Jinping, no se ha destacado hasta ahora por su disposición a hacer concesiones. Responde con intransigente dureza a todo lo que ponga mínimamente en duda el poder absoluto del Partido Comunista chino.
Pero es justamente la dureza y la rigidez de Pekín lo que ha cohesionado a los manifestantes de Hong Kong. Claro que también ellos tendrán que estar dispuestos a buscar acuerdos. Son personas de distintos orígenes, no hay un verdadero portavoz y las demandas maximalistas encierran el peligro de una escalada sin salida.
Desde ya, los manifestantes han logrado mucho. Han demostrado al mundo que Hong Kong no quiere llegar a ser como cualquier otra ciudad china. Los manifestantes han crecido con libertades hasta ahora inimaginables al otro lado de la frontera, en China. Y quieren defender esas libertades.
(Fuente: Matthias von Hein/Deutsche Welle )