Los habitantes de la provincia siria de Idlib ya no miran al cielo por temor a los bombardeos de una ofensiva que comenzó en abril de 2019 y que se detuvo hace un mes gracias a un alto el fuego acordado entre Rusia y Turquía, aunque ahora temen que el coronavirus llegue a la castigada región.

El pasado 5 de marzo el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, acordaron un cese de las hostilidades que entró en vigor al día siguiente, tras semanas de escalada de la violencia y de avance de las tropas leales al Gobierno sirio en el último bastión opositor del país.

Pese a que, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el pasado marzo haya sido el mes con menos civiles muertos desde el inicio de la guerra en Siria en 2011, los habitantes en el noroeste del país temen la amenaza invisible de la COVID-19, a la que hacen frente con un sistema sanitario destrozado por el conflicto.

VIOLACIONES DE LA TREGUA

Sin ataques aéreos en el pasado mes, las violaciones de la tregua han continuado de manera esporádica sobre el terreno.

Hoy mismo, según el Observatorio, ha habido combates y ataques de artillería en Idlib, aunque la calma prevalece en la región.

La ONG, cuya sede se encuentra en Reino Unido pero que cuenta con una amplia red de colaboradores en Siria, ha indicado que 103 personas, entre ellas nueve niños y 16 mujeres, perecieron en marzo, el mes con menos decesos desde 2011.

Por su parte, Ahmed al Sheikhu, el portavoz en la ciudad de Idlib para la Defensa Civil siria, declaró a Efe que las tropas sirias han atacado “más de 40 objetivos con artillería y misiles” desde el 6 de marzo.

Mientras, facciones islamistas que operan en Idlib, como Hurras al Din (Guardianes de la Religión), no han aceptado la tregua e incluso han tenido choques con las tropas turcas.

Antes del comienzo de la tregua, hubo un repunte de la tensión entre Damasco y Ankara, valedora de la oposición siria, que llevó a Turquía a lanzar una breve campaña contra el Ejército leal al presidente Bachar al Asad.

Además, desde el mes de diciembre pasado, la intensificación de los combates y de los ataques de las tropas sirias y su aliada, Rusia, causó el desplazamiento de un millón de personas, según la ONU, y dejó más de 1.500 civiles muertos.

REGRESAR DE CAMPAMENTOS A CIUDADES

Al Sheikhu, portavoz de los también conocidos como “cascos blancos”, aseguró que su organización pide a los civiles que se encuentran en campamentos de desplazados que vuelvan a sus hogares, de los que huyeron por la ofensiva.

“Exigimos que la gente regrese a sus hogares para aliviar el hacinamiento en los campamentos y las áreas fronterizas con Turquía”, indicó a Efe, debido a que en esos campos no existe distanciamiento social, lo que propiciaría la propagación del coronavirus en caso de que haya un brote.

Subrayó que solo un 6 % ha regresado a sus casas, “porque las personas no confían en el compromiso del régimen (sirio) con el alto el fuego” en vigor.

“NO SABEMOS SI EL CORONAVIRUS ESTÁ ENTRE NOSOTROS

Mustafa, de 19 años, vive en un refugio en el oeste de Idlib tras haber huido de su casa por la ofensiva y admitió a Efe que hay “un gran temor a que el coronavirus llegue a la zona, porque sería un desastre. No tenemos los recursos para protegernos”.

Hasta el momento, no se ha detectado ningún caso positivo, pero las pruebas de diagnóstico comenzaron la semana pasada, según indicó la ONU, que ha ido realizando campañas de concienciación y formación.

Según Al Sheikhu, es Turquía la que está proporcionando a la Defensa Civil materiales de esterilización e instrucciones para hacer frente a un brote de la COVID-19.

Mohamed, de 35 años, que se encuentra con su familia en la ciudad de Idlib, capital de la provincia, dijo a Efe que “el coronavirus ha ayudado mucho a mantener el alto el fuego” y arguyó que si bien “ha tenido algunas grietas, es sólido y mucho mejor que cualquier otro acuerdo anterior”.

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“La situación es muy tranquila, pero no estamos seguros de si hay casos de coronavirus o no entre nosotros”_, zanjó. EFE

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