Por José Miguel Silva

Un trabajo titánico tuvo Luis Fernando Brugué al momento de coordinar la publicación de los dos tomos de Luis E. Valcárcel: del Indigenismo cusqueño a la Antropología peruana. Decenas de correos electrónicos, incesantes llamadas telefónicas y varias revisiones después, el nieto de este ícono de la intelectualidad peruana conversó con LaPrensa.pe sobre la obra que recoge los pensamientos de una persona que entregó su vida al entendimiento y al estudio del Perú.

¿Cuántos años tenía usted cuando falleció su abuelo, Luis E. Valcárcel?

Cuando mi abuelo murió, yo tenía 26 años. En una época viví en su casa, en Lord Cochrane, en Miraflores. Viví en un departamento que estaba en la parte superior de su casa. Recuerdo que yo bajaba y lo veía siendo entrevistado por sus discípulos o conversando con sus alumnos. Era yo muy joven y no conocía mucho la magnitud del personaje que había detrás de él.

¿Qué recuerdas de su personalidad?

Era una persona muy metódica y siempre tenía un horario para todo. Recuerdo que por las tardes comía un pan con plátano. Antes de acostarse se lavaba los dientes y no se enjuagaba. Por algo será que vivió hasta los 96 años. Tenía todo perfecto, su cabello, sus dientes, todo. Creo que mi abuelo se fue más por tristeza luego de la muerte de su esposa.

Muchos creían que tu abuelo había nacido en Cusco…

Claro, pero él nació en Ilo (Moquegua). Lo que pasa es que mis bisabuelos, prácticamente, sin cumplir el año de nacido, lo trajeron a Cusco, escapando un poco de los problemas de la Guerra del Pacífico. Antes de cumplir el año, mi abuelo empezaba a nutrirse de toda esa alma andina, de todo el mundo de los incas, de la tradición de esos pueblos.

¿En qué momento te percataste de la magnitud del personaje que era Luis E. Valcárcel?

Fue a una edad ya más madura. Siempre consideré a mi abuelo como una persona muy querida por mucha gente. Había leído su obra, pero en realidad esta es tan vasta que me era imposible conocerla toda. Luego investigué más, llegué a Ruta cultural del Perú y empecé a interesarme cada vez más por sus trabajos. Me percaté de lo trascendental de su figura. Mi abuelo era un hombre que hizo mucho por el Perú.

Fue una persona que revalorizó la cultura andina.

Prácticamente antes de él no se hablaba del Imperio incaico. Se hablaba de los pueblos indígenas. Luego de Valcárcel es que se revaloriza la cultura incaica, precolombina. Cuando mi abuelo inicia sus estudios, había un desprecio por lo indígena. Prácticamente en la época en que Valcárcel publica sus libros había un menosprecio por todo lo indígena, se veía la historia desde Pizarro. Mi abuelo negó eso y resaltó que desde mucho antes tuvimos una cultura riquísima.

Además, fue un precursor de la corriente indigenista.

Junto a varios intelectuales, mi abuelo formó el grupo Resurgimiento. Efectivamente, fue un propulsor de la corriente indigenista, que luego se refleja en todo lo que es el arte, la historia. Fue de esa corriente que surgieron más adelante personajes muy importantes como José María Arguedas.

¿Le quedaron obras pendientes por publicar?

Desde que murió su editor, Juan Mejía Baca, no se volvieron a publicar mayormente obras suyas. Como que eso se quedó en ‘stand by’. Luego de unos años, a mi regreso de España, mi madre, Margo Valcárcel de Brugué, me delegó el trabajo de poner en valor la obra de mi abuelo, además de su archivo personal.

¿Qué contiene el archivo de Luis E. Valcárcel?

Tiene unos 35 mil documentos que están en el Museo de la Nación y ocho mil fotografías. Muchos consideran que es una de las colecciones de fotos antropológicas más importante del país. Sería complicado estimar el valor económico del archivo de mi abuelo. No solo el valor económico, sino también el histórico.

¿Parte de este archivo puede verse en las dos publicaciones de Petroperú?

Hay algo que puede verse en esta obra, son algunas cartas publicadas con José Carlos Mariátegui y César Vallejo. Mira, Mariátegui nunca estuvo en la sierra y, sin embargo, pudo escribir algo como Los siete ensayos. Sabía mucho sobre el campesinado también. Esto fue posible gracias a la información que le dio mi abuelo, Luis E. Valcárcel.

¿Por qué la forma de llamarlo Luis E. (punto) Valcárcel?

Muchos creían que era Luis Enrique, pero no, es Luis Eduardo. La verdad creo que era una forma de diferenciarse. Inclusive, cuando yo fui a buscar unas partidas de nacimiento de mi madre, encontré que en los documentos él firma Luis E. Valcárcel. Siempre quiso firmar de esta manera y ser muy auténtico.

¿Hubo interés de universidades del extranjero por el trabajo de tu abuelo?

Mi abuelo tuvo una relación muy estrecha con representantes de la antropología norteamericana. Luego de ser ministro de Educación, se codeó con los más importantes antropólogos de los Estados Unidos y del mundo. Hizo además un intercambio intelectual muy importante con ellos. Estos aportes a favor del Perú se iniciaron con Julio C. Tello y luego se prolongaron con mi abuelo.

Tu abuelo fue uno de los intelectuales más importantes de una generación que quizás ya hoy no podría repetirse…

Realmente sí. Es de la generación de Mariátegui, de Haya de la Torre, de Vallejo. Se conocieron todos y tuvieron una relación muy estrecha. Las pruebas son las cartas existentes. Todos le escribían con una gran admiración y con un gran respeto a mi abuelo. Luis E. Valcárcel tuvo una gran relación con Riva Agüero, con Haya de la Torre y con Mariátegui. Siempre estuvo por delante el respeto a las ideas, algo que no se observa hoy.

¿De quién fue la iniciativa para publicar estos dos tomos sobre Luis E. Valcárcel?

Me contraté con Carlos del Águila, de Petroperú, y con el Instituto de Estudios Peruanos, entidad de la cual mi abuelo fue presidente y fundador. Hubo el apoyo también del Congreso de la República. Es la primera vez que tres instituciones de tal magnitud se unen para hacer realidad una publicación tan importante como esta.