Juan XXIII no era el favorito para ocupar la representación de San Pedro en El Vaticano. A falta de otro mejor, tras la muerte de Pio XII, se eligió a Angelo Giuseppe Roncalli, obispo de Venecia, como “solución” temporal. Nadie pensó, empero, en que el 28 de octubre de 1958 la decisión había recaído en un papa que cambiaría la historia de la Iglesia Católica: Juan XXIII desarrolló su propia aura de paz y bondad.

Juan XXIII, abrió la “ventana” a la modernidad

Angelo Giuseppe Roncalli, nacido en 1881 en Bérgamo, en la provincia de Lombardía, era hijo de campesinos. Su sencillez como persona contrastaba con el comportamiento autoritario de muchos papas hasta ese entonces. Para sorpresa de todos, Juan XXIII convocó pronto a un Concilio Vaticano el segundo que se abrió en Roma el 11 de octubre de 1962.

“Aggiornamento” de la Iglesia

Juan XXIII apuntaba a una “actualización” de las rígidas estructuras de la Iglesia. Con esta convención religiosa, Juan XXIII abrió el diálogo con otras religiones, a las que invitó a sentarse a la mesa. Un acto ecuménico sin precedentes en los 2.000 años de historia de la Iglesia Católica.

Gracias a dicho Concilio Vaticano II, la misa puede ser escuchada en el idioma nativo de los feligreses, entre otras cosas. El mismo Juan XXIII no alcanzó a ver el fruto de su trabajo, ya que murió el 3 de junio de 1963.

Juan Pablo II, el visionario

Pocos conocían al obispo de Cracovia, elegido Papa el 16 de octubre de 1978. Pero pronto el carismático prelado polaco conquistó la simpatía de todo el mundo. Sus decenas de salidas del Vaticano le valieron el título de “Papa viajero”. Su primer viaje fue a su país, Polonia, en donde aún gobernaba un régimen comunista. Su llamado a “cambiar el país con la ayuda del Espíritu Santo” movió a las masas que pronto se levantaron contra el régimen que terminó cayendo, como todo el Bloque Oriental.

Habiendo crecido en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Juan Pablo II siempre fue un Papa que condenó las dictaduras y abogó por el respeto a los Derechos Humanos.

Estrella popular o ultraconservador

Juan Pablo II fue un conservador en la silla de San Pedro. A pesar de destacar el papel de la mujer en la vida espiritual, rehusó aceptarlas como sacerdotes, aceptar su ordenamiento. Con sus críticos, Juan Pablo II fue implacable y, a menudo, les quitó la licencia para enseñar teología, prohibiéndoles así la práctica de su profesión.

A los obispos alemanes los conminó a abandonar la cooperación con el Estado alemán en la asistencia a mujeres que querían abortar y pedían consultar su situación.

Por otra parte, en 1984 creó el Día Mundial de la Juventud facilitando el encuentro entre los jóvenes católicos de todo el mundo. En 1986 y 2002 el Papa convocó a todas las religiones a Assisi. Por último, con el inicio del 2000, Juan Pablo II pidió perdón por los “pecados” cometidos por representantes de la Iglesia católica contra el pueblo judío y otras personas que “piensan diferente”.

Atentado y vida en público

El 13 de mayo de 1981 un fanático, el turco Mehmet Ali Agca, le disparó durante una audiencia en la Plaza de San Pedro. Tras su recuperación, Juan Pablo II perdonó al agresor y lo visitó en la cárcel. Los últimos años de su vida luchó contra el parkinson. Una enfermedad que padeció, prácticamente, ante las pantallas de la televisión y llevó a miles de creyentes a rezar por su salvación. El 2 de abril de 2005, murió.

“Santo subito”

Este 27 de abril fueron santificados dos Papas muy diferentes, pero que se complementan. Mientras Juan Pablo II solo necesitó un milagro, de dos que ordena la regla, para ser declarado santo, Juan XXIII solo necesitó el milagroso mérito de reformar la Iglesia católica abriendo, literalmente, una ventana para que entrara aire fresco, como él mismo lo explicaba.

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