En El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich (Crítica), el historiador Norman Ohler explora el uso masivo de metanfetamina en el Ejército de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

Para el autor, el consumo de la droga química, con el fin de aumentar el rendimiento de los combatientes, fue decisivo en la victoria de la relámpago en Polonia.

“Lo de que la Blitzkrieg fuera un ‘colocón’, no es tan sorprendente. Todos los ejércitos han usado y usan drogas para estimular a sus combatientes, quitarles el miedo y el cansancio y conseguir más rendimiento, pero la Wehrmacht, que había solicitado a los laboratorios 35 millones de pastillas, fue la primera fuerza armada del mundo que empleó una droga química de manera tan generalizada. Empezaba una nueva forma de hacer la guerra”, explica citado por .

En un informe oficial de la Wehrmacht citados en el libro, se lee “todos frescos y despabilados. Máxima disciplina. Leve euforia y gran dinamismo. Ánimos levantados, mucha excitación. Visión doble y cromática tras la toma de la cuarta pastilla. Sobre los tanquistas: “todos frescos y despabilados. Máxima disciplina. Leve euforia y gran dinamismo. Ánimos levantados, mucha excitación. Visión doble y cromática tras la toma de la cuarta pastilla”.

Plagado de referencias pop, en el título se describe a los motoristas “como ‘Easy riders’ teutones cargados con las drogas de los laboratorios alemanes”. La droga se entregó sobre todo a aviadores. “Me siento extasiado, como si volara por encima de mi avión”, relató un piloto. Después de Polonia llegaron a Francia.

“Cuando Alemania atacó, los franceses tenían 3.500 camiones con vino para las tropas. Les daba sueño. A los alemanes, la metanfetamina, lo contrario. Los británicos tenían su propia anfetamina, las bencedrinas, más suaves, pero también con menos efectos secundarios”, precisa.