José Miguel Silva

Algunos dicen que la revocatoria ha polarizado a los limeños. ¿Acaso no siempre estuvimos polarizados? ¿La revocatoria no es simplemente una pantalla que muestra a todas luces las diferencias que existen en Lima?

Creo que esas diferencias existen y contradicen esa visión linda que te pintan los marqueteros de la informalidad y el emprendurismo (o como se llame). Ese mundo Al Fondo Hay Sitio que tiene encandilado a tantos, ese mundo existe, sin duda, y es más amplio que hace años, pero todavía hay divisiones muy fuertes que se mantienen e incluso en Lima. Pero si bien existe, creo que los políticos pueden activar o atemperar esas divisiones con discursos y sus recursos de campaña. Creo que una clase política débil, pensando en el corto plazo, usa recursos de polarización impunemente y eso hace las cosas peor. Algo que debimos aprender fue que el rollo antifredemo pituco y “blanco” explotado por el APRA y la izquierda – con excepciones, como reconoce Mario Vargas Llosa- puede terminar dañando a todo el sistema. Y, sin embargo, hoy hay harto idiota que aplaude el uso del clasismo y el racismo porque beneficia su postura política. Cuando se le vuelva en contra, ¿seguirá aplaudiendo a esas clases bajas que no entiende y a las cuales no lo conecta nada? ¿O volverán a ser tarados manipulables? Contra lo que se piensa, los políticos inteligentes saben que en política no vale todo. Especialmente si te preocupa la supervivencia de una clase política.

Sobre la gestión municipal en Lima ¿En cuatro años, con un primer año en donde no tienes presupuesto gestionado por tu administración, se puede realmente tener logros efectivos y ‘rentables’ políticamente?

Creo que el caso actual muestra que estás obligado a tenerlos. Los primeros años deben servir para consolidar una propuesta visible. Los siguientes cuatro (si se gana) para asentarla o ampliarla. Pero la población limeña parece pedir resultados rápidos, sean obras terminadas o en camino. Si no se hacen obras, o no se comunica bien, o no se difunde lo avanzado, pues vemos que eres vulnerable. Creo que un buen político – en el sentido ético- debe entender que juega con esos límites y aprender a responder a esas demandas antes que avanzar su agenda, sea la que sea.

La tendencia entre el Sí y el No se viene acortando y da la impresión de que Susana Villarán permanecerá en el cargo. No obstante, parece condenada a irse de la gestión sin ningún chance de reelegirse. Siendo Lima una ciudad con tantas posibilidades para hacer una buena gestión, ¿en qué habría fracasado esta la alcaldesa? ¿Por qué le costó tanto conectar con su ciudad?

Es muy pronto para concluir que gana el No, pero desde un inicio pensé que finalmente la alcaldesa ganaría. Está escrito, por poco, raspando. Creo que los enemigos que tiene al frente son muy malos, eso iba a salir en la campaña. ¿Para qué cambiar por un año? Pero el No lucha contra un estado de ánimo negativo de la población, especialmente en los sectores bajos, que es muy fuerte. Ahora, discrepo sobre su futuro político en caso de ganar. Si gana, tendrá un nuevo aire. Los revocadores ya deben estar pensando que tal vez haberla dejado gobernar con esa resistencia ya asentada era mejor negocio que llevarla a una pelea en la que puede capitalizar apoyo. Si pierde, pues creo que cargará con el sambenito de ineficiente por mucho tiempo.

Alan García desde el “no me pronuncio sobre el tema”, Toledo llega unas horas a Lima para apoyar el No y Keiko da libertad. Da la impresión de que los partidos simplemente “esperan a ver qué sale, o qué ganan” en el proceso. ¿Esto es lo correcto para la salud de nuestra democracia?

De verdad creo que los partidos, salvo en algunos sectores de élite, importan poco para mover a los votantes. Se trepan a las olas, algunos por convicción otros por oportunismo, pero el estado de ánimo no pasa ni es movilizado por los partidos. Estos partidos deberían ir pensando en lo débiles que están y ver qué hacen en el 2014 y el 2016.

SOBRE El ESTADO EN EL PERÚ: UNA AGENDA DE INVESTIGACIÓN

¿Cómo nace tu idea de escribir esta publicación?

Fue una idea que nace al ver que muchos de nuestros alumnos en la especialidad de Ciencia Política de la PUCP sufrían buscando temas de investigación para sus tesis. Hay un montón de temas por investigar en el Estado, que es lo que yo investigo, y se me ocurrió poner dichas ideas en un documento. Pero creo que también podría servir a todos los interesados en el tema – gestores públicos, políticos, académicos de otras disciplinas, etc- para iniciar un diálogo en el que todos aprendamos. Se investiga relativamente poco en el Perú y frecuentemente lo que se investiga no llega a círculos más amplios que los académicos, cuando hay mucho que aprender de los gestores que no tienen tiempo para sentarse a escribir. Y de paso para mostrar que los politólogos hacemos más que hablar de la coyuntura (risas). Un riesgo del oficio, por nuestra temática, es terminar hablando de cosas que no tienen nada que ver con tus investigaciones.

¿Por qué asociamos un Estado fuerte con un gobierno de izquierda?

Porque en el Perú, y diría América Latina, se ha asociado Estado fuerte con Estado grande. Por mucho tiempo la izquierda peruana veía al Estado como un mecanismo para debilitar poderes económicos privados. Si miras los debates de esos años, la discusión sobre las empresas públicas tenía muy poco de técnico y mucho de político: eran armas para derrotar al adversario. Se buscaba nacionalizar más sectores con la justificación de eliminar los intereses privados que podían oponerse a las reformas, sin pensar en la ineficiencia o en los costos. Pero, como discuto en el texto y como han resaltado personas e instituciones tan poco sospechosas de izquierdismo como Francis Fukuyama o el Banco Mundial, un Estado fuerte no pasa necesariamente por tener un Estado grande. Hay Estados fuertes “grandes” y “pequeños”. ¿Mi preferencia para el Perú? Un Estado relativamente pequeño, pero fuerte.

Suele decir Ollanta Humala en sus discursos al interior del país: “Quiero un Estado que no sufra de soroche, que suba arriba del cerro, por eso estamos aquí para inaugurar esta posta”. Si bien existen avances de ese tipo, a veces ocurren casos en donde instituciones ubicadas en la misma capital del Perú funcionan pésimo, con desorden, corrupción y poca motivación de su burocracia. ¿Equivocamos el camino al buscar ampliar el Estado y no hacerlo más efectivo?

Precisamente el tema central debe ser incrementar la efectividad, no necesariamente el tamaño. Ese error lo aprendió, o debió aprender, América Latina en los 70 y 80. Pero también debemos reflexionar sobre cómo muchos reformadores en los 90 en África y América Latina asumieron que reducir al Estado solucionaría muchos problemas asociados con la ineficiencia estatal. Y se equivocaron. Así como en el Perú aprendimos en los 80 que un Estado grande hacía muchas cosas mal, también ya deberíamos aprender que un Estado pequeño no hace necesariamente las cosas bien por arte de magia. Y que en el esfuerzo de achicarlo se pueden hacer muchas tonterías. Por ejemplo, en África, líderes populistas usaron recetas neoliberales para destruir instituciones de planificación que reunían a la poca burocracia profesional con la que contaban sus países y limitaban en algo el gasto ineficiente. Del mismo modo, al comprar renuncias de burócratas para hacer más pequeño al Estado puedes terminar sacando del Estado al servidor eficiente que sabe que se puede colocar en el mundo privado. El ineficiente peleará su puesto como sea. Creo que mirar al Estado requiere mucha menos ideología y mucho más pragmatismo.

¿Qué tanto afecta el uso político de las instituciones por parte de los gobernantes?

Mucho. Creo que fue la gran tragedia del Estado en los 80 con las empresas públicas y en los noventa con el Ministerio de la Presidencia y sus redes de favoritismo político. ¿Cómo lograr un Estado profesional que tome distancia de la política electoral y partidista, con una burocracia cuya estabilidad no signifique ineficiencia? Se lo dejo a los expertos.

¿Es necesario que el gobierno haga uso de la ‘política del sigilo’? ¿Consideras que esto se viene utilizando mal en el Perú?

Ese es un término creado por Cynthia McClintock para discutir cómo el Velasquismo avanzó reformas en forma secreta, logrando así su rápida implementación. Es una forma muy común de actuar en el Perú pues se asocia con efectividad: como hay poca fiscalización y mucho desconocimiento sobre el funcionamiento del Estado, el Ejecutivo se aprovecha para aprobar medidas sin levantar polvo para evitar oposición. Mira los últimos decretos sobre defensa nacional. El problema es que esa efectividad para aprobar medias puede luego llevar a altos costos no contemplados y problemas en la implementación. Desde el esquema fallido de las cooperativas en la reforma agraria hasta las normas de tierras para implementar el TLC que llevaron a Bagua. Temas que luego te revientan en la cara.

¿Consideras que los conflictos sociales pueden ayudar a reformar las instituciones del país?

Las instituciones se reforman muchas veces por shocks que mueven a la sociedad. Y algo de ello estamos viendo con un Ejecutivo más eficiente en temas de desarrollo social. O con instituciones económicas más sólidas después de la hiperinflación. Pero hay múltiples ejemplos de nuestra incapacidad de aprender. Fíjate, por ejemplo, cómo la policía no se reforma a pesar de la enorme sensación de inseguridad y el crecimiento de la delincuencia. Es más fácil construir infraestructura que reformar instituciones. Y con esta débil clase política, llena de políticos novatos y que no conocen el Estado, es difícil empujar reformas. Sin embargo, hay muchos burócratas que han logrado continuidad en el Estado y lo conocen mejor. En ellos veo gérmenes interesantes de reforma.

Finalmente, la reforma del Estado. La tan ansiada reforma del Estado planteada cada cinco años de forma diferente. Desde tu opinión personal, ¿se requiere una reforma integral o un proceso definido por áreas y experiencias determinadas?

Prefiero las reformas parciales, que van tanteando el piso mientras avanzan, y que son conscientes de la debilidad actual del Estado para implementar los cambios. Creo que varios de los que hablan de grandes cambios no conocen el Estado y su complejidad. O se concentran mucho en lo formal. ¿De qué te sirve una ley perfecta o una nueva institución sin agencias estatales fuertes que la apliquen? En algunos casos sí se requieren cambios sectoriales grandes para avanzar. El servicio civil probablemente requiera cambios grandes iniciales y mucho músculo político para ser reformado. Pero en muchos otros campos creo que es adecuado lanzar proyectos pilotos, observar cómo funcionan, y luego generalizarlos. Este boom económico debería servir para dejarle al país un Estado diferente.