El pasado 21 de mayo la Casa Real española estrenó su Twitter. El hecho de que la monarquía abriera ese nuevo canal de comunicación hacía presagiar que se fuera a utilizar para dar alguna noticia importante. Pero no fue así… hasta dos semanas después: el 2 de junio, a las 10:39 am, casi simultáneamente al comunicado oficial del presidente del Gobierno y dos horas antes de aparecer el rey en televisión para dar la noticia, la cuenta oficial de la Casa Real en las redes sociales anunciaba la abdicación de Juan Carlos.

La política de comunicación de la Casa Real la define Rafael Spottorno, jefe de la institución, ayudado por el secretario general y un equipo de cinco especialistas, al frente del cual se encuentra el periodista Javier Ayuso. Spottorno es sobrino del filósofo José Ortega y Gasset, cuya principal obra, “La rebelión de las masas”, de 1929, trataba precisamente del divorcio entre las clases populares y sus élites dirigentes. Diplomático de carrera, ya trabajó para el rey diez años antes de asumir su actual cargo, impulsando entonces el lanzamiento de la página web oficial.

Las élites, las masas y la prensa

La incursión en internet no es la única medida tomada para potenciar la imagen de la monarquía. En 1981 se crearon los Premios Príncipe de Asturias, con la vocación de competir con los principales reconocimientos internacionales a los miembros más destacados mundialmente de las Artes y las Ciencias. Y con el objetivo no disimulado de potenciar la figura del entonces joven príncipe Felipe, que alguna vez sería llamado a ser monarca.

También forma parte de esta estrategia de comunicación un estudiado goteo de apariciones públicas, con las que la familia real recorre cada año todo el mapa de España. Llenando, de paso, muchas páginas en la prensa rosa. Tanta es la cercanía con la gente de los monarcas que en una ocasión le robaron al rey su Rolex de oro mientras repartía apretones de manos con la multitud durante una visita a Sevilla.

Pero, sin duda, la principal política de comunicación de la Casa Real ha sido un trato exquisito a los periodistas, que estos han correspondido siempre con un inusitado respeto. Se ha llegado a hablar de un pacto de silencio no escrito sobre, por ejemplo, los escarceos amorosos del rey, aireados no obstante por la prensa extranjera.

Efectivamente, hasta hace muy poco era casi imposible encontrar crítica alguna a Juan Carlos en la prensa española. Y Felipe, cuya mejor asesora es su esposa Letizia, que presentaba antes de convertirse en princesa las noticias en televisión, sabe que no va a heredar ese silencio.

El golpe de Estado del 23-F

No obstante, el mayor éxito de toda la política de comunicación de la Casa Real lo supuso otra estudiada aparición televisiva. Fue durante el intento de golpe de Estado de 1981. El rey se dirigió a los españoles para repudiar a los militares golpistas y reiterar su compromiso con la Constitución y la democracia, recién instauradas. Eso hizo que se disolviera el golpe, cuyos integrantes, entre los que se contaba el jefe en ese momento de la Casa Real, creían contar con el apoyo de Juan Carlos.

No falta quien haya sospechado que fue el propio rey quien organizó el golpe de Estado y que o se echó atrás en el último momento o lo planeó, desde un principio, para aparecer luego rechazándolo. Juan Carlos siempre ha negado toda participación o conocimiento previo del golpe. En cualquier caso, participara o no, fuera un montaje o no, aquella aparición en televisión fue una jugada maestra de comunicación que le valió tres décadas más de reinado.

(Fuente: Deutsche Welle)