Por José Miguel Silva /

La sencillez de Carla Guelfenbein se nota incluso en las dedicatorias que deja al firmar sus libros. A mí me dibujó una larga y delicada flor. La escritora chilena vino a Lima para presentar su última novela, Nadar desnudas (2013), una historia en la que se mezcla el amor, la pasión, el miedo y también la historia política de su país.

Cuénteme sobre el título Nadar desnudas.

Siempre los libros tienen una semilla y para mí siempre la semilla es una imagen. Esa imagen empieza a rondarme, es algo muy potente que me obsesiona. La imagen de esta novela era la de dos chicas que nadaban desnudas. Entonces, me planteo preguntas sobre quiénes son esas chicas. Además, el título de una novela es lo que más me cuesta. Me percaté que al final del libro hay una frase que dice “nadábamos desnudos”, porque éramos frágiles, porque creíamos, porque teníamos inocencia, porque creíamos que el mundo podía ser mejor. Esa inocencia te hace frágil. ¿Cuáles son las corazas que nos vamos poniendo en el camino? El cinismo, el descreimiento. Cuando tú crees, en el fondo estás con el corazón abierto, vas frágil y vas desnudo. El título tiene esas dos dimensiones, por un lado una imagen que es parte de la novela y también la de una generación que está representada por estas Morgana y Sophie.

Usted es bióloga y ha sido diseñadora. ¿Cómo se generó su faceta de escritora?

Siempre he escrito. Desde muy niña. Tuve una madre que era una gran intelectual. Me introdujo en la lectura desde muy niña, de una manera en que me hizo amar la literatura. No obstante, nunca pensé en hacer de la escritura una labor única por muchas razones. Primero porque era algo muy personal, lejos de todo afán de hacerlo público y segundo, porque mi madre siempre me decía que el único camino hacia la libertad de una mujer era siendo económicamente independiente. Como escritora no veía muchas posibilidades de eso. Mira, todas esas cosas conjugadas evitaron que me dedique exclusivamente a escribir.

Por eso se dedicó a diversas labores…

Claro. Además, bueno me gustaba muchísimo la ciencia. En realidad, siempre me gustó todo. Ahora, como escritora, todo confluye muy bien.

¿Esto de dividir su novela en varios pequeños capítulos es algo común en sus libros previos?

Así es. La verdad, no es algo que planee hacer antes de escribir el libro. Lo que ocurre es que siempre pienso en escenas. Pienso casi cinematográficamente. Concibo cada capítulo como una escena. Algo tiene que ocurrir, algo se ve. Y las escenas finalmente son cortas, porque un personaje entra, habla, ocurre algo y se acaba. Esa forma de construcción, casi como una guión, me obliga a que la estructura de mi novela tenga capítulos cortos.

¿Entonces disfruta usted mucho ver cine?

Por su puesto. Veo de todo. Claro que yo crecí viendo a cineastas que hoy son emblemáticos. Federico Fellini, por ejemplo. Esa es mi formación, pero actualmente me encantan las películas románticas o las divertidas. Me gustan ambas. Me encanta la visualidad, mirar a los actores, me encanta ver a los actores. Es como una condensación de la vida. En dos horas puedes ver una porción de la vida bajo una mirada de autor.

¿Es una escritora a la que le gusta etiquetar a sus libros? ¿Esta es una novela romántica o una novela política?

No me gustan las etiquetas. Es como jibarizar las expresiones culturales porque implica como si tú orientaras lo que haces a un grupo particular. Siento que esta novela puede ser de interés para cualquier persona. No obstante, sí debo afirmar que (en la novela) hay un cruce entre lo íntimo y lo histórico. Entre la pequeña y la gran historia. Claro, además hay intimidad, lazos de familia, relaciones humanas. Aunque creo que eso es parte de un patrimonio universal.

También uno encuentra en su novela un lenguaje muy delicado, muy poético. ¿Lee usted mucha poesía?

Muchísimo. Para mí, la depuración del lenguaje es muy importante. Estuve tres años corrigiendo esta novela y, por supuesto, los elementos estructurales, la construcción de los personajes, la precisión en la prosa, el encontrar las imágenes adecuadas para expresar los sentimientos de los personajes, etc. Hay una búsqueda de la prosa muy profunda y que deriva muchas veces en imágenes que pueden resultar poéticas. Además, en la novela hay dos personajes que aman la poesía. La poesía es casi un quinto personaje en la historia.

La novela también tiene algo de política. ¿Cuál era su situación en la época del golpe de Pinochet en Chile?

Yo estaba en el colegio. Mis padres eran parte activa del gobierno de Salvador Allende. Mi papá trabajaba en el Ministerio de Vivienda, en un programa que construía balnearios populares. Para que los obreros que nunca había veraneado en su vida, pudieran hacerlo. Lo paradójico es que estos lugares terminaron siendo los campos de concentración de la dictadura. Mi madre era una profesora de filosofía en la Universidad de Chile. Un tiempo después del golpe de Pinochet, apresaron a mi mamá y estuvo desaparecida durante dos semanas. Muy poco después nos fuimos de Chile porque resultó ser un país no apto para nosotros, muy peligroso. Así que salimos al exilio. Yo viví 10 años en Inglaterra.

¿Han cambiado mucho sus ideas políticas?

Creo que todos evolucionamos. Sí, he tenido una evolución de poder entender ciertas cosas, el por qué y el cómo ocurrieron. Muchos me preguntan ¿no crees que Chile está mejor? Claro que lo está, porque han pasado muchos años. Era obvio que el país tenía que crecer. Es como decir que el Perú hoy es lo que es por Fujimori. Sería ridículo decir eso. El mundo va avanzando y ciertos países avanzan con el mundo y otros no. Eso sí, para mí hay algo que es intransable, que es lo que hicieron los militares durante la dictadura. No se justifica ni una sola de las muertes.

Pese a que estos problemas ocurrieron en varios países de Latinoamérica, uno siempre ve a Chile como un país que logró salir adelante económicamente. ¿Considera usted, como algunos, que debe pasarse por completo la página y pensar solo en el presente?

La página no se pasa nunca. ¿Por qué vas a hacer eso? Es sano ser consciente de la historia. Es como si dijéramos que sería sano pasar la página pasar la página del Holocausto. ¿Por qué? No. Generación tras generación debe saber que eso ocurrió, que miles de judíos fueron exterminados. Lo mismo pasó en Chile. No se trata de seguir en un estado de odio, de confrontación. Pero no debe olvidarse esto. La única forma en que la historia no se repita es no olvidando.

En Nadar desnudas está Diego, el protagonista. Un hombre que le pide a su pareja que lo compare con sus novios anteriores. Esa necesidad de compararse en lo sexual. ¿Qué buscaba usted con este ingrediente?

Para mí es fundamental el tema de la pasión. Ahí hay muchos aspectos y uno de ellos es hasta dónde está disputa a llegar la pasión. Diego y Morgana se resisten a esta atracción animal que sienten unos a otros por culpa de la traición que están cometiendo contra Sophie. Se ve el cómo luchan contra esta fuerza sexual que los une, que los arrastra. Otro tema es para mí la perversión como un elemento casi intrínseco del deseo. Uno suele juzgar que el amor debe ser limpio, uno con el otro, mirarse a los ojos, etc. Mira, el amor es perverso, la sexualidad también lo es y eso hay que ponerlo (en la novela). La actitud que él tiene es perversa. Él trae los recuerdos no solo para compararse, sino que también le produce morbo y placer. Traer a todos estos personajes que han pasado por el cuerpo de Morgana y eso le produce fantasías. La sexualidad es fantasía.

También hay un aspecto político cuando Sophie intenta ocultar el pasado y simular que nada pasó.

El libro es un espejo constante entre lo íntimo y lo nacional. Inconscientemente me daba cuenta que cada tema que tocaba tenía una reverberación en lo pequeño y en lo grande. En el caso de Sophie hay varios elementos en juego. Uno de ellos es la verdad. Nosotros hemos sido educados con la idea de que la verdad es única, inalterable y que debe ser cumplida a cabalidad. Así duela o hiera. Es todo como un dogma. Considero que la literatura tiene, entre sus varis funciones, la de cuestionar los dogmas. Sophie piensa que si le entrega la verdad a Antonia, ¿qué puede hacer con ella? ¿Cómo no puede destruir su vida si hasta el momento ha venido siendo feliz? Como escritora, trato de plantear la pregunta ¿cómo es la verdad y bajo qué material está hecha? Para mí eso es súper importante.

La verdad es importante, pero la memoria también.

Claro. La idea de tapar los hechos. Ella dice, “ si yo no recuerdo, si no traigo (el pasado) al presente, no soy culpable de nada”. El problema es que sin culpabilidad luego no hay perdón. Son preguntas planteadas a través de personajes autónomos. No intento hacer un panfleto. Creo que cada lector debe encontrar su camino y sus respuestas. Esa es para mí es una de las funciones más importantes de la literatura.

Los personajes de su novela no son tan lejanos de la realidad. Uno podría identificarse con alguno de ellos. Usted me habló de la perversión de Diego. Algunos aún ocultan sus deseos sexuales por miedo a ser tachados de ‘enfermos’.

Exacto. Hay esa idea de que son los ‘otros’ (los que tienen estos deseos). Diego es una persona noble.

No es contradictorio ser una buena persona y tener fantasías de este tipo.

Por supuesto que no. Otra cosa importante para mí es la humanidad. En la humanidad están los aspectos oscuros y los claros. Todos tenemos algo de ambos. Todos sentimos envidia, todos sentimos deseo. En algún momento, hemos escondido cosas que no son bonitas ante el resto. A mí me interesa eso, mirar por el rabillo de la puerta y ver todo eso que somos nosotros y que sin embargo escondemos. Eso me interesa porque de eso estamos hechos.