En la zona de Los Andes de la ciudad de La Paz (Bolivia) se esconde un pequeño templo que muchos conocen como “la casita de los pobres”, donde todos los días llegan devotos con flores y velas para pedirles a las 73 ñatitas, calaveras humanas, que les ayuden a resolver sus problemas.

A simple vista se trata de una casa normal en Bolivia, pero detrás de la puerta y tras una cortina blanca está el pequeño templo con paredes naranjas y cuatro banquetas de madera, que resguardan los dos estantes donde se exhiben los 73 cráneos humanos que lucen unos gorros de lana con el nombre bordado de cada calavera.

En el lugar hay un espacio para encender las velas blancas, rezar y también para dejarles algunas flores, dulces o incluso botellas de cerveza como ofrendas a las “milagrosas” ñatitas, llamadas así porque no tienen nariz.

Las 73 ñatitas llegaron a las manos de la boliviana Elizabeth Portugal con los nombres de quienes eran en vida y en algunos casos también conoce la profesión que ejercían, entre abogados, policías, albañiles y amas de casa.

“La mayoría me han traído personas que no podían ‘criarles’”, expresó a Efe Portugal.

Tener una ñatita es una responsabilidad: hay que hablarles, rezarles, prenderles velitas y darles flores todos los lunes, para que no se enojen y que sigan ayudando a resolver los problemas de los devotos.

Portugal comentó que la mayoría de los creyentes llegan al templo pidiendo salud, protección, apoyo en el amor o para resolver un problema de pareja.

Otros llegan desesperados pidiendo la ayuda de las calaveras para encontrar a personas desaparecidas, resolver casos judiciales, para obtener un puesto de trabajo o buenas calificaciones en exámenes.

La gente conoce el lugar como “casita de los pobres” porque llegan al templo personas de bajos recursos a pedir ayuda a su cuidadora y las ñatitas.

Elizabeth Portugal es la encargada de

Elizabeth Portugal es la encargada de “La casita de los pobres”. (Martín Alipaz / EFE)

Sin embargo, también visitan el lugar diputados, policías y militares pidiendo favores a las calaveras o agradeciendo su ayuda.

Si bien todos los creyentes rezan a las 73 calaveras, hay algunas que son más requeridas por los devotos dependiendo del “milagro” que desean.

Es el caso de “Cielito”, el cráneo de un bebé, al que muchas mujeres acuden cuando desean tener hijos y no pueden, o “Cecilia”, que ayuda a quienes tienen dificultad en el amor o en el estudio.

Muchos acuden a “Waldo” para obtener protección y también fortuna, a la singular “Maruja” cuando quieren que la pareja cambie de carácter, a “Walter” para resolver un problema judicial, o a “Óscar”, “Diego” y “Víctor” que ayudan en los casos policiales.

La dueña es “maestra consejera” y trabaja como la intermediaria entre las ñatitas y el cliente, ya que con la ayuda de sus calaveras lee la suerte en el cigarro y la hoja coca, pero también a través de los sueños recibe respuestas de los cráneos a los problemas expresados.

Portugal es muy requerida por los devotos, porque aseguran que es “infalible” y que sus ñatitas son poderosas.

“Me siento feliz de estar aquí para ayudar a las personas sencillas”, remarcó la dueña del templo.

Además, enfatizó que en su templo se trabaja para hacer el bien y no permite que otras personas utilicen las calaveras para hacer el mal o brujerías, por lo que las velas negras están prohibidas.

Cada 8 de noviembre se celebra el día de las ñatitas en Bolivia, cuando muchos creyentes sacan en urnas a los cráneos hasta cementerios como el General de La Paz para hacerlas bendecir y festejarlas con un “preste”, una fiesta con bandas de música, bebidas y hojas de coca.

La Iglesia católica boliviana manifestó que no está de acuerdo con esta práctica, ya que los restos mortales no pueden ser profanados, pero aún así las ñatitas están permitidas solo por ese día en el camposanto para ser bendecidas.

Esta tradición pone fin en Bolivia a la celebración de Todos los Santos y Difuntos, en un país en el que se cree que las almas de los muertos vuelven para visitar a familiares y amigos a mediodía del 1 de noviembre y se van al día siguiente.

Yolanda Salazar / EFE

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