Pudo haber sido antes pero los ocupantes de las caravanas de automóviles llegados desde territorio argentino se dieron ayer una tregua para reunir fuerzas tras el desgaste de sus descomunales viajes terrestres.

Quienes arribaron procedentes de Ushuaia, la ciudad argentina más lejana de Río de Janeiro, debieron atravesar unos 5.587 kilómetros en tanto que desde Buenos Aires el trayecto superó los 3.500, un poco más de la mitad de los 1.248 kilómetros que separan a los cariocas de la provincia de Misiones.

Otros miles de hinchas instalaron su campamento en los alrededores del sambódromo.

Pero alemanes y argentinos también llegaron por el aire y enseguida muchos hacían presencia sobre la arena de la playa, en los bares, en los restaurantes.

La Avenida Atlántica, que cruza paralela a la calzada de la playa de Copacabana fue tomada por los visitantes ante la mirada curiosa de los brasileños que se quedaron sin fútbol desde ayer, cuando su selección apenas pudo alcanzar el cuarto puesto.

Por primera vez el portugués dejó de ser el idioma de los hinchas del fútbol en Río de Janeiro.

Y por primera vez las consignas de “Soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor”, y dio paso a estribillos difíciles de olvidar como “Brasil qué se siente tener en casa a tu papá…”, o “¡Te copamos Río, brasilero pecho frío!” .

EFE