Higuita estuvo imbatido durante 165 minutos a lo largo del Mundial de Italia 1990, donde Colombia, hasta ahora, ha obtenido su mejor registro. La única ocasión en la que alcanzó los octavos de final en todas sus participaciones mundialistas.

Colombia ganó a Emiratos Árabes en el primer partido de aquella edición por 2-0 aunque en el siguiente perdió con Yugoslavia por 1-0. Davor Jozic anotó el gol del triunfo balcánico en el minuto 75. Hasta ese momento no encajó tanto alguno Higuita.

Ospina, que brilló ante Costa de Marfil, no pudo ver culminado el reconocimiento personal con esa circunstancia. Gervinho batió su meta en el 73, a falta de dos de colocar sus cifras al lado del mítico arquero.

Aún no le alcanza a Ospina, de 25 años, para cuestionar la personalidad y los números del antecesor. Ospina, discreto y sobrio, también en la meta, acumula 42 partidos como internacional.

Higuita sumó 68. Ataviado con una personalidad arrolladora fue un ídolo en su país. Lejos de la seriedad que acompaña a un meta, apodado el Loco, fue excéntrico sobre el terreno de juego y osado con el balón.

Higuita fue uno de los más firmes representantes de la gran generación del fútbol de Colombia. Aquél que llegó a entusiasmar por su fútbol y su desparpajo. El que encandiló al mundo de la mano de Francisco Maturana y que quedó a medio camino.

Ospina ahora forma parte de los herederos. De la camada talentosa que años después pretende mantener los principios de entonces sobre la cancha. La que aspira a recuperar los éxitos que parecieron destinados a aquella Colombia, que se le resistieron y que ahora parece que vuelven.