La “Milla del Aficionado” de Berlín, epicentro del “sufrimiento” nacional con sus 1,2 kilómetros de largo, no se atrevió a cantar el final liberador del partido hasta que vio a Joachim Löw saltando al campo con el resto de los internacionales banquillo.

Los 300.000 aficionados del recinto aguardaron con disciplina germana el largo minuto final, con Lionel Messi lanzando el último disparo.

Parecían obedecer el “aún no, aún no…” de advertencia del comentarista de la televisión alemana ARD, que parecía no creerse que no fuera a entrar el tiro del astro argentino.

A partir de ahí se soltaron las riendas y el cielo berlinés empezó a arder como suele ocurrir en la capital alemana: al ritmo de la pirotecnia casera, multiplicada por toda la ciudad.

Las diez pantallas gigantes de la “Milla del Aficionado”, un sucedáneo del Maracaná con dominio absoluto germano, alternaban las imágenes de los héroes de la selección con la de la canciller Angela Merkel, en Brasil junto al presidente del país, Joachim Gauck.

“Angie, Angie”, saludaban desde Berlín decenas de miles de voces a la canciller, en el tercer Mundial al que asiste desde que llegó al poder tras el de Alemania de 2006 y el de Sudáfrica, en 2010. El rostro de la jefa del Gobierno era tan radiante como sombrío el de la anfitriona Dilma Rousseff, al parecer no muy contenta con el 1-0 para los de Löw.

“Toda Alemania es campeona del mundo”, proclamaba a continuación ante los micrófonos de la ARD el Manuel Neuer, al parecer consciente de lo que ocurría en esos momentos en casa, aunque muchos ya no lo podían escuchar entre los gritos y petardos.

Hubo aplausos también, pasado el sufrimiento, para Messi, en el momento ir a recoger cariacontecido su Balón de Oro.

La “Milla”, con capacidad oficial para 200.000 personas, estallaba por las costuras desde media tarde desde este domingo 13 de julio y especialmente en el minuto 113, el del gol.

EFE