Inundada de críticas antes del Mundial por su fragilidad, la última zaga de Argentina, incluyendo al arquero Sergio Romero, sorprendió en el Brasil 2014 con un solidez fundamental para llevar al equipo a la final, donde le espera un desafío de otro calibre: frenar a la selección más ofensiva y goleadora del certamen, Alemania.

Tres goles en seis partidos, la valla invicta en los últimos 373 minutos, muy pocas ocasiones de gol concedidas: hasta el momento los números de Argentina en materia defensiva son de ensueño, a pesar de los cambios de nombres y esquemas tácticos de parte de Alejandro Sabella.

Un gol recibido ante Bosnia en el triunfo 2-1 del debut y dos tantos en la victoria 3-2 ante Nigeria en el cierre de la fase de grupos es todo lo que ha permitido la defensa albiceleste en 510 minutos, dejando en cero a selecciones temidas por su potencial ofensivo como Holanda y Bélgica.

Uno de los grandes aciertos de Sabella ha sido defender a capa y espada a Sergio ‘Chiquito’ Romero, héroe en los penales ante los holandeses con dos atajadas que significaron el pase a la final, pero además muy seguro a lo largo de todo el torneo.

Romero, suplente en el Mónaco francés en los últimos meses, está a punto de batir el récord sin recibir goles para un arquero albiceleste en mundiales en manos del legendario Ubaldo Matildo Fillol, quien estuvo 374 minutos con la valla invicta en Argentina-1978.

Cuestionado por la fragilidad de su defensa en contraposición con la potencia del ataque liderado por Lionel Messi, Sabella llegó al Mundial con una zaga tipo formada por Pablo Zabaleta, Federico Fernández, Ezequiel Garay y Marcos Rojo, como parte de su sistema 4-3-3 que jugó durante gran parte de las eliminatorias.

Sin embargo, temeroso de la falta de equilibrio del equipo, en el debut contra Bosnia probó un 5-3-2 sumando a Hugo Campagnaro al fondo, un experimento que no funcionó y abandonó en el segundo tiempo de ese partido, volviendo a la línea clásica de cuatro hombres.

Los problemas continuaron ante Nigeria y Suiza en octavos de final, y el técnico pateó el tablero ante Bélgica con la inclusión del experimentado Martín Demichelis —a quien él mismo había marginado de la selección en 2011— por un inseguro Fernández, a lo que se sumó el cambio obligado de José Basanta por Rojo, suspendido por acumulación de amarillas.

La defensa mejoró mucho ese día en Brasilia y contra Holanda jugaron Zabaleta-Demichelis-Garay-Rojo, los cuatro que deberían estar en la final.

- Abanico de peligro -

El domingo en el mítico Maracaná, el equipo de Sabella se las verá con la arrolladora maquinaria germana, que ha marcado 17 goles en seis partidos, incluyendo siete a Brasil en la demoledora victoria en semifinales el martes pasado.

El desafío es monumental: a diferencia de Holanda, cuya ofensiva se centraba en Arjen Robben y Robin van Persie, o Bélgica, liderada por Eden Hazard, Alemania tiene un abanico de jugadores que llegan al gol.

Thomas Müller, con cinco tantos, se encuentra a apenas uno del artillero de Brasil-2014 hasta el momento, el colombiano James Rodríguez.

De su lado, el indestructible veterano Miroslav Klose, de 36 años, ha marcado dos que le valieron convertirse en el máximo goleador de la historia de los mundiales, con 16 goles, uno más que el brasileño Ronaldo.

Otros seis jugadores germanos han convertido hasta el momento: Andre Schürrle (tres goles), Toni Kroos (2), el defensa Mats Hummels (2), Sami Khedira, Mario Götze y Mezut Özil, uno cada uno.

Alemania ha producido festivales futbolísticos ante Portugal (4-0) y Brasil (7-1), pero también ha mostrado a veces problemas para marcar, como en el 2-1 a Argelia recién en el alargue en octavos de final o el 1-0 a Francia en cuartos.

Sabella enfrentará la ola alemana en principio con su defensa de cuatro ayudada por Lucas Biglia y Javier Mascherano en el centro del mediocampo y Enzo Pérez y Ezequiel Lavezzi en las bandas.

La idea es quitarle espacios y frenar el diabólico ritmo teutón, una estrategia que funcionó contra Bélgica y Holanda y que requiere además un inmenso esfuerzo físico.

Queda por ver si la Albiceleste tendrá la concentración necesaria para no dejar huecos y la energía suficiente para batallar, tras los 120 minutos bajo la lluvia del miércoles en Sao Paulo. AFP