La potencia de su zurda llamó la atención de todos

Casualidad. Suerte. Observación. Experiencia. Se puede llamar como se quiera, pero lo cierto es que Antonio Gabaldón fue el primero en fijarse en él. “Aparqué el coche un poco alejado del estadio y me fui a comer. Al volver al campo vi a unos chicos jugando en un descampado y me quedé mirándoles, pero cuando uno de ellos golpeó el balón con la zurda me estremecí. Con la mirada le seguí todos los movimientos. Me hipnotizó su zurda”, recuerda Gabaldón en el mismo lugar donde le descubrió. Y, justamente, esa misma sensación la tuvo cuando vio por primera vez jugar a Emilio Butragueño con el Calasanz.

Un compañero le informó del equipo en el que jugaba

El siguiente paso de Antonio Gabaldón era saber dónde jugaba, con qué equipo y en qué categoría para seguirle: “A los 10 minutos me acerqué a uno de los chicos y le pregunté si jugaban en el Galapagar, me contestó que algunos sí y otros no. Entonces le señalé al zurdo y me dijo que Munir sí jugaba en el infantil del pueblo”. Tenía 13 años.

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