Un triunfo convincente contra el Sevilla, transformado en el segundo tiempo por el belga Yannick Carrasco y el francés Antoine Griezmann (2-0), lanzó a la segunda plaza al Atlético de Madrid, ganador por ocasiones, determinación y pegada ante un insustancial equipo andaluz, con errores atrás, muchos amagos y una sola ocasión.
Tercera victoria seguida del conjunto rojiblanco, que toma velocidad entre los goles de Griezmann y Carrasco, la diversidad de su plantilla y la fiabilidad defensiva, y un frenazo para el Sevilla, penalizado por sus fallos, plano, sin racha y doblegado sin matices.
El partido surgió vibrante. No admite dudas ni la posición ni la determinación ni la ambición del Atlético y el Sevilla, dos bloques con todo su significado como colectivo, bien con un estilo, el del equipo andaluz con más posesión, o con otro, el del madrileño más vertical hacia el ataque, pero los dos afilados para la victoria.
No hubo conformismo inicial en un duelo de tal calibre, los dos con el foco en la persecución del Barcelona, conscientes, además, de que están llamados a competir los dos entre sí por el podio o más. Ni hubo pausa ni concesiones en una puesta en escena trepidante, primero del Atlético, luego del Sevilla, serenada después y sin gol.
No marcó el Atlético en un primer intento de Vietto, una de las cinco novedades del medio once que cambió Simeone, y no entendió como penalti el árbitro Martínez Munuera una mano de Franco Vázquez tras un taconazo de Griezmann. Ni encontró el gol el Sevilla en un disparo de Pablo Sarabia que primero rechazó Savic y luego el poste.
Todo dentro de un combate feroz por cada pelota, por arriba, por abajo, atrás, delante o en el medio campo, con intensidad y con un ritmo exigente, incontrolable incluso, derivado en imprecisiones y decaído después, como lo hicieron las oportunidades, sólo una más antes del descanso: una volea de Filipe Luis contra la cruceta.
Había perdido ya fuerza ofensiva el encuentro, porque a la sostenida posesión del Sevilla le faltaba un plus de profundidad, porque a la verticalidad del Atlético le sobraba precipitación y porque enfrente de uno y de otro había dos defensas contundentes, rumbo al vestuario en el descanso con un empate a todo, pero a cero.
El déficit indudable y principal del choque, subsanado de inmediato por el Atlético. Por Vietto, cuya arrancada en medio campo fue un tercio del gol; por N’Zonzi, con ventaja después en la carrera cuerpo a cuerpo con Yannick Carrasco y con un error impropio de su fiabilidad; y por el extremo belga, listo para recoger el regalo, sortear a Sergio Rico y abrir el marcador en el minuto 47.
Méritos, o demérito en el caso del sevillista, a partes iguales para un 1-0 que alteró el partido, con Vietto y su buen encuentro sin el premio del gol, porque Sergio Rico se cruzó ante él minutos después, pero con la recompensa de la ovación del público, cuando fue sustituido por Ángel Correa. Joaquín Correa entró en el Sevilla.
Nada diferente en las proposiciones de ambos equipos, de nuevo con el equipo andaluz dentro de ese ritmo cansino con la pelota. Toca, toca y toca mucho, pero apenas profundiza, demasiado previsible, excesivamente plano, más aún contra un Atlético que le esperaba entonces armado, colocado y fijado atrás sin distracciones.
En la respuesta en el cuarto de hora posterior al gol, sólo una oportunidad del Sevilla, fruto del balón parado y de un barullo en el área que terminó sin remate; el fin real de cada jugada, con el gol como extensión, cuando uno va por detrás en el marcador y que no encontró jamás el conjunto visitante en todo el segundo tiempo.
No le faltó al Atlético después, con una jugada que inició Saúl, pasó por Correa, dio profundidad Koke, centró Carrasco y peleó y transformó en gol Griezmann, previo pase de Filipe Luis y desajuste defensivo del Sevilla, con Lenglet anclado en torno a su portero; una concesión más que no perdonó el internacional francés. 2-0.