La es una preparación compuesta por microorganismos causantes de una determinada enfermedad contra la que una persona desea que su cuerpo se vuelva inmune. Dependiendo el padecimiento que se quiera prevenir se puede aplicar a bebés, niños y adultos.

Las más conocidas son: la difteria, tos convulsiva, tétanos, hepatitis B, influenza, poliomielitis, sarampión, rubeola, parotiditis, meningitis, fiebre amarilla y neumonía. Al ser inyectadas existen algunas cosas que el paciente o padre del pequeño debe tener presente:

Antes

  • Avisar si el niño o la persona está enfermo o ha estado delicado en los días previos.

  • Comunicar si es alérgico a algún medicamento.

  • Indicar si el pequeño/adulto recibió alguna vacuna el mes anterior.

  • Avisar si tiene alguna enfermedad crónica (diabetes, asma, trastorno de coagulación en la sangre o producidas por virus, bacteria u hongos).

Durante

  • Los pequeños suelen asustarse al ver la aguja, por lo que se aconseja que su acompañante lo abrace o hable en voz baja.

  • Lleva su juguete favorito.

  • Sostenlo firmemente al momento de ser vacunado.

Después

Es usual que entre 3 y 6 horas después de esta aparezcan reacciones como:

  • Enrojecimiento.

  • Hinchazón.

  • Dolor leve en la zona en la que se aplicó la inyección (colocar un gasa limpio y fría).

  • Si se presenta fiebre poner pañitos de agua fría (no helada) en la axila, frente, abdomen, muslos y pies del niño.

  • Pérdida de apetito.

Si los malestares persisten por varios días, lo mejor es acudir al centro de salud más cercano.