Tener alguna particularidad en las uñas es algo habitual, aunque no siempre se trata de la misma. Notar unos tonos amarillentos o blanquecinos en esta parte en la que tanto nos fijamos esconde muchas veces problemas de salud que aparecerán más tarde. A veces puede sencillamente tratarse de un hongo en la piel, pero otras puede constituir un problema más grave, por lo que conviene examinar este espejo del cuerpo.

Una palidez en alguna zona de las uñas es un síntoma de debilitamiento que significa normalmente anemia, influencia cardíaca congestiva, malnutrición o problemas en el hígado. Esto último puede también motivar unas uñas muy blancas.Si este tono es un tanto azulado, esto supone una falta de oxígeno, lo que puede indicar un primer paso en una neumonía, o de artritis si las uñas tienen una superficie picada o con relieves. A estos casos también suele acompañar una decoloración de las uñas, con un tono de la piel de debajo más rojiza de lo habitual. En cambio, en el supuesto de que la uña suela romperse y tenga una textura más seca, suele aparecer en las personas con problemas de tiroides, aunque combinado con un tono amarillento puede responder a la infección de algún hongo.

Sin embargo, el color más peligroso que podemos toparnos en las uñas es el negro o los tonos grisáceos. Muy pocas veces aparecen, pero cuando lo hacen se manifiestan en líneas verticales, rectas y gruesas, y son un mal presagio, ya que suelen amparar complicaciones causadas por el melanoma, el tipo de cáncer de piel más peligroso.

Por otro lado, algunos factores externos dejan también su huella en las uñas, como el caso del tabaquismo, que suele teñir uñas y dedos de un tono amarillento. Sin embargo, esto también puede venir determinado por algún hongo que con toda probabilidad estará extendido en otras partes del cuerpo. Si además del color las uñas empiezan a romperse con facilidad y a endurecerse, puede ser una respuesta a problemas serios relacionados con tiroides, enfermedades de pulmón, diabetes o psoriasis.